“Crisis, significa oportunidad”, una frase que se replica en todos los ámbitos de la vida cuando las cosas no salen como se esperaba. Y esta frase le sienta mejor que a nadie a Sofía Imaz, una joven emprendedora de 29 años que durante el año pasado decidió abrir su propio tambo en Coronel Suárez, en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, mucho con esfuerzo y dedicación, y así, continuar de lleno con la actividad que tanto la apasiona tras el cierre del establecimiento donde estaba trabajando.

Comenzó sin capital para invertir en la actividad y arrendando el campo, el tambo y las vacas, y ya produce 3.000 litros de leche por día basado a pasto. Pero poder llegar a lo que es hoy, para Sofía, el camino no fue fácil.

Su pasión por el campo comenzó desde pequeña cuando ayudaba en la administración del establecimiento de su abuelo situado en General La Madrid (a 60 kilómetros apróximadamente de donde posee el tambo actual). Sin embargo, siempre su idea fue trabajar de forma independiente a la familia pero ligado obviamente al sector.

Buscando dónde comenzar a desarrollarse profesionalmente, consiguió empleo en un tambo en la localidad de Rivera. Sin pensarlo, aceptó a pesar que no tenía experiencia en este sector.

Allí, donde estuvo trabajando un año, comenzó a “tomarle el gustito”, que según su pensamiento, la lechería es una actividad más dinámica que otros sectores relacionadas al campo.

Viendo que estaba estancada en el tambo de Rivera, sin horizonte para crecer, tomó la decisión de irse.

Y consiguió empleo en Malal-co, un tambo situado en Coronel Suárez que era explotado por una empresa oriunda de Tandil.

Ahí, ya con experiencia bajo su lomo, tomó las riendas del establecimiento. “El dueño del tambo venía cada 15 días y entre los dos íbamos decidiendo el manejo del campo. En esas recorridas aprendía. Me servía mucho porque me enseñaba y además, me enviaba artículos para que vaya consultando”, detalló Sofía durante la visita que hizo Clarín Rural al establecimiento recientemente mientras el mate iba y venía.

Asimismo, para continuar con su crecimiento personal, se introdujo en un grupo específico de encargados de tambos de la zona donde una vez al mes compartían sus propias experiencias.

Pero el alerta llegó en octubre del año 2015 cuando la empresa de Tandil comenzó a negociar la renovación del alquiler del campo. Finalmente, en diciembre el tambo le puso punto final a la actividad y cerró las puertas. Y la decisión parecía que no era la mejor.

En este contexto adverso, para Sofía fue la oportunidad de su vida. “Mi idea era alquilar el tambo y las vacas. Sabía que iba a funcionar porque quedaba la estructura y las pasturas sembradas. Lo único que necesitaba era alguien que tuviera ganas de invertir para poder seguir con el tambo”, relató.

Así, con idas y vueltas para conseguir capital, decidió poner en marcha ese sueño arrendando el campo, el tambo y las vacas.

No estuvo sola. Clara Bejarano, quien trabajaba junto a Sofia en la empresa en Malal-co siendo la encargada de la guachera, de la inseminación y atendía la recría y los partos. “Una experta en estos temas”, según la definió.

Los comienzos para este emprendimiento se caracterizó por el alquiler del campo y de las vacas, una modalidad que consta entregar un porcentaje del valor de la leche al dueño de los animales y después se le debe entregar la misma categoría de vaca una vez que finalice el contrato.

“Empezábamos a ordeñar con Clara a las 5 de la mañana de lunes a lunes, sin importar las inclemencias del clima. En ese momento, ordeñábamos nosotras y realizábamos todo el manejo del campo”, recordó Sofía.

Cuando se iniciaron con la actividad a comienzos del 2016, había 100 vacas en ordeñe. Luego, a los cuatro meses, a mitad de septiembre, alquilaron otras 100 vacas más de las cuales 47 eran para ordeñar y el resto, vaquillonas para que paran en el campo. Así. en ese período, ya había 150 vacas en pleno ordeñe.

Por lo que con este crecimiento, Sofia evaluó la posibilidad de incorporar más personal porque entre ellas dos no daban “abasto” De ahí que incorporó a Marcos Palacio para llevar adelante la administración del establecimiento mientras que contrató a un asesor para que maneje la parte técnica del campo como la siembra de pasturas y en paralelo, un médico veterinario atiende la sanidad del rodeo.

“El campo nos seguía quedando grande con la cantidad de animales que teníamos”, sostuvo quien con ese carácter impetuoso que la caracteriza que siempre va por más.

Fue así que buscaron más vacas para ordeñar. Y en diciembre último, compraron 58 vacas para ingresar en el tambo y durante el corriente mes ingresarán 50 vacas más.

“Buscamos alcanzar las 450 o 500 vacas, pero esto será entre dos o tres años”, indicó Sofía mirando el negocio a largo plazo.

En la actualidad, con el rodeo en ordeñe obtienen por día 3 mil litros de leche, con un promedio de 15,7 litros de leche por vaca. “No se es eficiente por la cantidad de litros por día, si no por la rentabilidad de la vaca por día. Hay que apostar a una producción pastoril para que la producción de la leche sea barata, que es como puedo mantenerme porque hasta el día de hoy no soy dueña de nada, es todo alquilado”, refirió Sofía a cómo apuesta a esta actividad que no está pasando por su mejor momento.

“Este tambo es rentable”, definió. Y agregó: “Si tengo que darle ración a los animales para alimentarlos, para sacar arriba de 30 litros de leche por vaca, los costos productivos se encarecen demasiado”.

En efecto, la dieta de los animales es de base pastoril y en un porcentaje menor, en alimento balanceado.

Precisamente, en el campo hay sembrado alfalfa con festuca y cebadilla, pasto heredado de la empresa anterior. Y este año sembraron nuevas pasturas: 70 hectáreas de raigrás y 30 hectáreas de alfalfa pura.

“Necesitamos hacer reserva de pasto para los meses más complicados en la producción de forrajes. Pero no vamos a sembrar maíz porque es muy costoso”, sumó.

En cuanto al manejo de los animales, cuentan con comederos automáticos y un tanque de leche de 8 mil litros. “Tenemos un sistema de partos y servicios estacionado a través de la inseminación. Al principio teníamos parto todos los días”, recordó Sofia junto a la experta en este tema y su compañera, Clara.

Continuando, Sofia destacó que el objetivo es poder tener un rodeo 100% cruza Holando Argentino con Jersey porque según ella, se adapta mejor al sistema pastoril que plantea.

“Este cruzamiento es más rústico que la raza pura Holando porque a las vacas deben caminar demasiado en el campo. Desde el lote hasta el lugar de ordeñe hay casi 2 kilómetros. Y los animales lo hacen dos veces por día al recorrido”, especificó.

Otro de los puntos críticos que tiene la lechería es la venta de la materia prima. Por eso es vital vender lo mejor que se pueda la producción. Y a esto Sofía lo tiene bien claro.

En este sentido, fue fundamental la comercialización de la leche para continuar con el negocio. En un principio negociaron con La Serenísima, pero el valor que le proponían era bajo y además, como la empresa les pagaba a mes vencido, no les servía porque necesitaban dinero en el acto para poder seguir invirtiendo. Ante el rechazo, comenzaron a vender la mercadería a una empresa láctea de la zona.

No obstante, una vez que se pudieron capitalizarse, volvieron a negociar con La Serenísima, que por otra parte, tenían inconvenientes por la falta de leche en la zona por el cierre de varios tambos, y en consecuencia, pagaba más por litro de leche que las demás lácteas.

“Algunos tambos se cerraron porque dejaron de ganar dinero, no porque se fundieron. Y otros, por las inundaciones”, definió Sofía al contexto de la lechería.

Así es como Sofia Imaz, una joven de 29 años, armó su propio tambo arrendando vacas y campo a partir del cierre del establecimiento donde ella trabajaba. Ejemplo de que con sacrificio, todo se puede.