Podemos identificar 3 factores principales a la hora de analizar la formación de los precios.
 
Primero, la oferta. Esta fue circunstancialmente baja a mediados del año pasado, con caídas interanuales de hasta 10% en la faena. Pasadas las inundaciones y la fase más vigorosa de la retención de vientres, ya en los últimos meses de 2016 se presentó una marcada recuperación de la oferta que más que probablemente se sostenga a lo largo de este año salvo que se registren fenómenos climáticos extremos. El año en curso tendría entonces una faena del orden de los 12/12,5 millones de cabezas, unas 600/800 mil cabezas más que el año anterior. En otras palabras: la escasez circunstancial que se dio en 2016 y que permitió la existencia de altos precios reales no se daría este año al ralentizarse la retención, y al comenzar a expresarse en la oferta de carne el aumento del stock y de los nacimientos que se dieron en los últimos dos año.
 
Segundo: la demanda de exportación. El atraso en el tipo de cambio no se va a revertir en el corto plazo. El Banco Central recompuso sus reservas y sigue la entrada de dólares al país y se prevé que se mantendrá este flujo por varios meses más. En un año electoral y cuando comienzan a detectarse los primeros signos de una desaceleración en la inflación es poco probable que el Gobierno haga nada por recuperar el tipo de cambio en términos reales, o sea, inducir o alentar que el dólar suba por encima de la inflación. Los precios internacional de la carne han bajado 15% en los últimos dos años y hoy no presentan una tendencia definida,  aunque se destaca una fuerte caída del R&L Hilton en las últimas semanas, y una caída en los valores de la cuota 481. La demanda internacional está pero todo indica que Brasil tendrá este año un saldo exportable mayor, al tiempo que subsisten todas la dudas que despiertan la futura conducta de Trump.
 
Por todos los problemas que enfrenta es difícil que en los próximos meses la exportación se convierta en un factor dinámico a la hora de formación de precios.
 
Tercero: la demanda interna. Después de la caída del 10% en los salarios reales ocurrida el año pasado todo indica que este año los aumentos salariales le ganarán a la inflación. De todos modos la demanda por carne vacuna no sólo está sufriendo una súper-oferta de carnes alternativas (60 kilos de cerdos y pollos sumados per cápita) sino también la recuperación en términos reales de los precios de muchos bienes o servicios ineludibles (energía, colegios, prepagas). Todos estos aumentos por encima de los que crece el ingreso familiar promedio producen de hecho una reestructuración del gasto familiar reduciéndose el “ingreso disponible” por ejemplo en alimentos.
 
A medida que se recortan los subsidios, disminuyen los ingresos disponibles de vastos sectores sociales, especialmente de la clase media, en un contexto en que la presión impositiva (bajo todas sus formas) está lejos de disminuir.