Más de cien años de historia avalan a Estancia y Cabaña Las Lilas como un referente en el mejoramiento y superación genética de su rodeo bovino. A ellos, los moviliza un objetivo: que la carne llegue al plato, en cualquier lugar del mundo, con sabor y terneza óptimo.

Para ello, no sólo procuran tener la mejor genética, también ellos mismos la llevan al plato en un restaurant propio. Gracias a la integración vertical y al valor agregado se exponen al máximo las virtudes de ese circuito.

Las Lilas cuenta con un rodeo de 20.000 vientres británicos e índicos, comercializa 2.450 toros y 420.000 dosis de semen por año, de las razas líderes de la ganadería argentina: Angus, Hereford, Braford, Brangus y Brahman.

“Nuestra vocación es producir genética y también, en menor medida, embriones que colocamos tanto en el mercado local como en países limítrofes”, especificó el gerente general de Las Lilas, Juan Ochoa, a Clarín Rural.

“La incursión en el negocio de la carne nos permitió continuar afianzando la marca propia. Esto nos llena de orgullo porque nuestros cortes de carne son el producto final de una cadena que empieza en nuestras dos cabañas madre, La Leonor, en Chaco, y Las Lilas, Buenos Aires”.

A estos dos establecimientos insignia, se agregan La Josefina (en el sur bonaerense) y El Pastor (San Luis), Pichú-Có (en San Justo, Santa Fe), San Ignacio (Junín de los Andes, Neuquén) y Las Lilas Genética (en Duggan, Buenos Aires).

Veinte años después de aquel comienzo con la compra de Estancia La Leonor, Las Lilas comenzó como cabaña. En 1924 nació la primera ternera de pedigree Aberdeen Angus, que se llamó Las Lilas Rushlight 1st. Esa fue la punta del "iceberg" porque el proceso de selección, desde entonces, fue permanente.

Este empieza cuando ingresan los rodeos al servicio y se establecen “las parejas”, lo cual es un tiempo crucial porque se designa cada vaca al toro que se considera puede producir un ternero con las características deseadas.

“Somos usuarios de la genética que producimos, elegimos, apareamos, vemos nacer los teneros, los criamos, evaluamos las madres, conocemos sus padres, los seguimos hasta los 15 a 18 meses dependiendo de la raza y hacemos las pruebas, si preñan bien les hacemos un estudio de calidad seminal y una vez que tenemos todo esperamos al nacimiento del ternero y que no haya dificultades en el parto”, repasó el gerente de genética de la cabaña, Gabriel Otero.

Una vez cumplido estos requisitos, el toro ingresa al centro genético para la extracción, congelación y comercialización del semen.

Según Otero, el primer carácter buscado (por ellos y por sus clientes) es capacidad de procreo, fertilidad, tanto en vaca como en los toros. También se evalúan pubertad, intervalos entre partos, longevidad, entores tempranos pero, además, características de eficiencia de conversión y rendimiento al gancho.

“La genómica y los avances tecnológicos nos van permitiendo dar un salto importante para ajustar la predictibilidad de esos caracteres ya en terneros o terneras de dos años, caracteres difíciles de medir en algunos casos y en otros, como la fertilidad, de baja heredabilidad”, opinó Otero.

“Hace 85 años que trabajamos en el mejoramiento genético y 47 que medimos todo”, destacó el gerente de Las Lilas Genética, Manuel Mateo. Y agregó: “Hacemos mucho hincapié en ciertas características, como el área de ojo de bife, porque eso está directamente relacionado con los cortes al gancho y con la exportación abierta creemos que se le va a prestar incluso más atención”, destacó Otero.

Con todo, el objetivo final es poder entregarle al productor una pajuela o un reproductor que le permita mejorar sus indicadores, con “alto poder fecundante”, sobre todo los de procreo, pensando en los índices de preñez, que en Argentina rondan el 60 por ciento.

Son productores, clientes y comensales, Las Lilas es todos los eslabones en uno y el restaurant, remarcó Mateo.

Hoy los productos de la firma llegan a Brasil, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Colombia. “El objetivo es llegar a Estados Unidos, Canadá, México y Chile, entre otros, mercados de punta ávidos de nuestra genética y que hoy tienen la misma barrera que Estados Unidos y no podemos ingresar por cuestiones sanitarias de la región”, contó Mateo.

Al mirar hacia el futuro, Mateo destacó que “todo el tiempo se busca innovar en pos de mejorar los estándares de calidad en todos los envases en los que llegamos a nuestros clientes”, el objetivo es seguir creciendo “sin perder calidad de producto ni rentabilidad”.

Uno de los desafíos que rompe el molde de lo que se venía haciendo hasta ahora es el criadero de cerdos puesto recientemente en marcha que ya en una primera etapa cuenta con 1.300 madres en producción y aspira alcanzar las 2.000.

Más de 30 grandes campeones en la Exposición Rural de Palermo con cinco campeones de categoría en 1973 (récord aún no superado), genética, producción de carne, un restaurant, un museo con selecciones de Florencio Molina Campos en San Antonio de Areco, un programa de artesanías para el desarrollo económico y social de comunidades de la pre cordillera neuquina y una reserva natural, todo esto es Las Lilas. Mucho más que genética pensada para llegar al plato.