Las ascuas actuales en la familia sancorista, compuesta -entre otros- por productores, tamberos, peones de campo, empleados directos e indirectos, profesionales agrícolas, camioneros, recibidores, almacenes y comunidad circundante; provocadas por la sucesiva y creciente paralización o cierre de plantas de Sancor, nada tiene que ver con su origen, historia y espíritu fundacional, allá por finales del invierno del año 1938, cuando 16 cooperativas lecheras primarias conformadas principalmente por raza de inmigrantes radicadas en las provincias de Santa Fe y de Córdoba, se asociaron cooperativamente para fundar esta empresa solidaria, entonces auténticamente cooperativa.

Sancor se fue desmembrando y derrumbando por pésimas administraciones, burocracias, mediatizaciones participativas, falta de garantías suficientes en su politizada vinculación con Venezuela, etc., todo ello sin perjuicio de flagrantes y reiteradas omisiones e incumplimientos de los deberes de funcionarios públicos por parte del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social, (INAES), como de presuntas corrupciones y enriquecimientos ilícitos de consejeros, síndicos, auditores, asesores, etc., los que seguramente han de ser investigados en caso de declaración judicial de bancarrota, cuando serían citados quienes en los últimos años conformaron sus consejos de administración, sus sindicaturas, etc., ¿Acaso también los directivos de la Mutual Sancor, los de Sancor seguros, de Sancor salud, etc.; a la postre, progenie alcanzable por una extensión de la quiebra en un posible (¿inevitable e inminente?) proceso concursal de la cooperativa matriz?

Más allá del ruido y un tocar de oído de los medios de comunicación, Sancor no puede superar una crisis que en 2016 ya le generó pérdidas por poco menos de $ 2500 millones. Así entonces y mal que nos pese, se fortalece la fatalidad de formalizar su quiebra cuando jurídicamente conforme nuestro derecho cooperativo vigente, no existe ninguna posibilidad legal de transformar a Sancor C.U.L. en sociedad comercial ni asociación civil, como tampoco la de vender parcial ni totalmente la misma a terceros, (arts. 6, 24 y cc., Decreto-ley 20.337/73 - Cooperativas).

Escenario tal sería más que un cruel epitafio esculpido de modo ruin y carroñero por intermediarios sin límites y lucros excesivos, tal el caso de, Vg., supermercadistas insaciables, transportes comerciales, carísimas publicidades, pesadísimas presiones tributarias nacionales, provinciales y municipales; altas cotizaciones sindicales, etc.; a la postre, sujetos y actores anticooperativos que se llevan sin causa, derecho ni razón los $ 16 que hay entre los $4 (que cobraría en el mejor de los casos el tambero que ordeña cada litro de leche) y los hasta $ 20 que a cada consumidor se le exige en góndola por el mismo marca Sancor, una marca que de tales maneras viene desprestigiando y desagiando su propio valor, un valor que oscilaría en casi mil millones, pero mucho más grave que eso, dejando en evidencia nefastas prácticas nada cooperativas cuando los dos actores centrales de la cadena láctea -esto es productor y consumidor-, son atónitamente los únicos perjudicados.

Finalmente, ante la hipótesis de la quiebra de Sancor CUL., no es baladí hablar de epitafio porque esa tragedia cooperativa que significaría la desaparición de Sancor, seria un tiro de gracia a la buena fe ínsita al cooperativismo; buena fe malversada por consejeros, síndicos, auditores, asesores, consultores e INAES.