El gobierno de Macri ya terminó su luna de miel y la gente lo sigue apoyando por miedo a la vuelta del kirchnerismo. La política que hasta ahora vienen mostrando el gobierno es un poco la política de la extorsión: lo mío no es bueno pero es esto o vuelven los k. Habrá que analizar si existe esas posibilidad realmente.

Lo que sí se ve bastante claro es la intención k de desestabilizar al gobierno. Sabemos que el peronismo, en sus diferentes versiones, no se banca estar fuera del poder. El peronismo nació golpista con Perón participando del golpe de 1930 contra Perón, luego en el de 1943, naciendo a la vida política cuando escaló posiciones dentro de ese gobierno militar.

En esta oportunidad varios k saben que si transcurre el tiempo con ellos fuera del poder pueden terminar detrás de las rejas luego de 12 años de corrupción desenfrenada y abuso del poder. Iban por todo y se quedaron complotando para ver si pueden zafar de los casos de corrupción que siguen saltando.

Se sabía que el gobierno que siguiera al de Cristina Fernández iba a enfrentar una situación económica muy delicada. Es decir, a los 70 años de políticas económicas decadentes se le agregaba un campo minado dejado especialmente por el kirchnerismo para complicarle la vida al que viniera atrás. Y Marcri compró el discurso de onda zen que le vendió Durán Barba, junto con letra que le dan Marcos Peña y Alejandro Rozitchner donde criticar no es constructivo. Según sus propias declaraciones, inteligente es poner entusiasmo y optimismo, como si todo se lograra con dos palabras mágicas en vez de usar la ciencia para resolver los problemas. Lo mismo decía Alfonsín en la campaña electoral de 1983: con la democracia se come, su cura y se educa, y terminó su mandato 6 meses antes en el medio de una hiperinflación.

Insisto, el PRO decidió encarar la herencia populista con una política progre. Si uno observa la política económica hay avances respecto a los disparates que hacían Kicillof y Moreno, pero no es tan diferente a políticas económicas anteriores que igual fracasaron.

Ejemplo, en el gobierno de De la Rúa no había cepo cambiario, se podían comprar libremente dólares. Tampoco había controles de precios ni persecuciones de la AFIP. Pero había un gasto público consolidado que representaba el 35% del PBI versus el 48% que representa hoy y sin embargo en aquél momento no pudo financiarse indefinidamente con deuda externa. Cuando se acabó el crédito externo todo fracasó por no hacer reformas estructurales para poner orden fiscal. Recordemos que a Ricardo López Murphy lo echaron del gobierno por querer bajar el gasto público, el equivalente a U$S 3.000 millones y luego Duhalde hizo un desastre con la devaluación y la llamarada inflacionaria. Además de no pagar los intereses de la deuda por el default declarado por Rodríguez Saa.

Lo que quiero decir es que todos respiramos con alivio de no tener más a los k, pero no nos engañemos, el cambio de gobierno solo evitó, por ahora, llegar a ser la Venezuela Chavista. Estamos muy lejos todavía de haber entrado en una política económica de crecimiento de largo plazo. El gasto público sigue disparado, la presión impositiva asfixiante y ni por asomo tenemos un plan económico para enfrentar la herencia recibida.

Claro que cuando uno propone algunas medidas como las mencionadas, bajar el gasto, los impuestos, reforma laboral, etc. más de uno dice que no se puede, que te incendian el país, que no es el momento y mil argumentos más para no hacer las cosas. Es como aquel que le dicen que tiene que bajar de peso y dice que no se puede. Si está convencido que no se puede, entonces no va a hacer nada para bajar de peso. Si todos estamos convencidos que no se pueden hacer cambios, entonces tampoco se van a hacer los cambios y seguiremos en el tobogán de la decadencia.

Viendo que la democracia se ha transformado en una competencia populista donde el que más barbaridades ofrece más votos saca y que, al mismo tiempo parece haber una demanda por populismo, uno podría llegar a la conclusión que Argentina es irrecuperable. Que como el que está excedido de peso, no va a bajar unos kilos porque no se puede. Este sería el peor escenario.

Otro es pensar que sí se puede cambiar. El gran interrogante es por dónde hay que empezar. Siempre estuve convencido que había que convencer a la oferta, los políticos, que modificaran sus discurso para que educaran a la gente. Sin embargo cada vez me convenzo más que los políticos no quieren un cambio. La política se transformó en un negocio que requiere de mucho gasto público, puestos burocráticos innecesarios pero que le den lugar e ingresos a la tropa de militantes que, cuando llegan las elecciones, tienen que trabajar en la campaña. Los partidos políticos ahora se financian con un estado sobredimensionado. Se financian con la plata del contribuyente y para eso necesitan ofrecer populismo. Luce tal vez utópico intentar cambiar la oferta considerando que es como tratar de convencer a un industrial que disfruta de un negocio cautivo gracias al proteccionismo y se le proponga competir. Ningún político va a querer dejar el “negocio” cautivo. Todos luchan por tener el poder del estado que les da caja para mantener su tropa, en consecuencia no tienen estímulos para bajar el gasto, los impuestos y generar competencia.

Me parece que la solución pasa por el lado más difícil, cambiar la demanda. Que la gente empiece a no demandar populismo y comience a demandar orden fiscal, gasto público bajo, impuestos reducidos, apertura de la economía para poder acceder a bienes de mejor calidad y precios más bajos y todo lo que tiene que ver con una economía abierta.

Para intentar cambiar la demanda se puede hacer desde la política, desde los medios, con fundaciones, las redes sociales, etc. En definitiva, se requiere de un grupo organizado dispuesto a actuar con audacia en propuestas que hoy nos dicen que son políticamente incorrectas. Falso, no son políticamente incorrectas, son propuestas que no le convienen a la política actual. A los políticos no les conviene perder el negocio de la política dado que el poder da lugar a muchos buenos negocios. Y para retener el poder hace falta tener gasto público.

En definitiva, creo que nos queda un largo camino por delante. Un camino difícil. Como el que está excedido de peso y dice que no puede bajar un kilo, lo que tenemos que lograr es romper esa inercia negativa pensando que no se puede cambiar nada y empezar a hacer el esfuerzo de cambiar la demanda. En la medida que se produzca un cambio en la demanda, la oferta, es decir los políticos, van a comenzar a cambiar también porque ellos “venden” lo que la gente demanda. Van a adecuar su discurso para no quedar fuera del negocio.

En definitiva, es cuestión de empezar a tratar de cambiar la demanda aunque parezca difícil, porque la peor gestión es la que no se hace.

Fuente: Economía para Todos