Fue Mauricio Macri contra el kirchnerismo o el kirchnerismo contra Macri. Los dos eligieron dar esa batalla. Los seguidores de Cristina Kirchner fueron preparados para librar ese cuerpo a cuerpo. Ciegos y sordos, habían llevado carteles contra el Presidente confeccionados obviamente antes de escucharlo. Más seguro y decidido que hace un año, Macri aludió al kirchnerismo, con párrafos de feroz crítica por momentos, desde la primera línea hasta la última de su discurso. El peronismo moderado y el massismo miraban al techo o al piso. No tenían lugar en la fanfarria cristinista, pero tampoco querían sentirse comprendidos por las críticas del Presidente. No querían optar entre Macri o Cristina, que es en la posición que los puso el jefe del Estado. Los bloques oficialistas de senadores y diputados formaron parte del combate, pero sólo por momentos. La mayor parte del tiempo fue un duelo solitario entre el Presidente y el kirchnerismo.

Macri abrió, así, el período de sesiones ordinarias del Congreso e inauguró, al mismo tiempo, la campaña electoral que terminará con las elecciones legislativas de octubre. Él o el pasado; el cambio o la repetición de lo anterior. Los ejes de la campaña ya están. El kirchnerismo sigue esa lógica. Los párrafos finales de Macri (en los que recordó "la confrontación y las persecuciones" del kirchnerismo y las contrastó con "el diálogo con la prensa" y "el pluralismo cultural" de su gobierno) parecieron sacados de un acto de cierre de campaña.

Sin embargo, el discurso sirvió también para reconocer implícitamente que hubo errores en un tema especialmente sensible, como lo es el de los conflictos de intereses. No habló del caso del Correo, pero se refirió a él. Anunció que firmará dos decretos que regularán (y lo regularán a él) para los casos en los que puedan existir conflictos de intereses. También anticipó que dispondrá medidas sobre la "responsabilidad empresaria" en casos de corrupción, pero no dio más detalles. Suscribió, de hecho, la constatación de que la corrupción tiene dos caras: la del que cobra los sobornos y la del que los paga. Es una novedad que ese acto de justicia, si se concreta, venga precisamente de un empresario. Fue inmediatamente después de que pidió "más avances" en la Justicia en los casos en que se investiga a la administración anterior, aunque no la nombró. Recordó especialmente las dos investigaciones que tienen como protagonista al fiscal Alberto Nisman, la de su muerte y la de la denuncia de él contra Cristina Kirchner que precedió el prematuro fin de su vida. Fue uno de los momentos en los que recibió más aplausos.

Tres ejes

Una síntesis del discurso podría señalar que el énfasis estuvo puesto en tres aspectos decisivos. La comparación con el gobierno anterior y la crítica a éste; una mirada optimista de la economía (cuyo desenvolvimiento es fundamental para la suerte electoral del macrismo) y la necesidad de mirar de otro modo la educación, justo en los días previos a la huelga nacional con la que los maestros inaugurarán el ciclo lectivo. Veamos qué dijo:

1) Hay quienes ponen palos en la rueda, señaló, y miró a la bancada kirchnerista. Hizo una dura crítica al populismo. "La apuesta por el corto plazo condena a mucha gente a estar peor que antes", sentenció. La "corrupción y el despilfarro" provocaron la crisis energética que deja frecuentemente sin luz y gas a muchos argentinos, asestó. La bancada kirchnerista explotó de furia. Luego, bajó el tono y pidió acabar con los enfrentamientos, aunque él mismo estaba cometiendo un enfrentamiento con un sector determinado de la política. Y no hizo falta que la nombrara a Cristina Kirchner cuando subrayó: "Debemos acabar con la retórica de las grandes batallas y con los liderazgos mesiánicos". ¿Para qué necesitaba nombrarla? ¿Puede alguien confundirse sobre a quién aludía?

2) Ratificó la afirmación de su ministro Nicolás Dujovne de que la recesión ya terminó. Los dos son técnicamente ansiosos. Según economistas privados, el país creció un uno por ciento en el cuarto y último trimestre del año pasado. Es el mismo ritmo de crecimiento que lleva la economía en lo que va del primer trimestre de este año. Pero falta todavía que termine marzo para precisar el crecimiento del trimestre en curso. Para la técnica económica, sólo dos trimestres consecutivos de crecimiento significan la salida de una recesión. Les quedan todavía 30 días para hacer aquella afirmación. Si resultara así, la Argentina volvería a crecer por primera vez desde 2012. Comenzaría a crecer a un ritmo del 4 por ciento anual. Recordó los tres rubros donde se está percibiendo una cantidad importante de inversión: el agro, Vaca Muerta y la obra pública, sobre todo en autopistas. Es lo mismo que se escucha de economistas privados. Prometió una reforma tributaria para bajar la carga impositiva de los argentinos que cumplen con sus obligaciones tributarias. "La competitividad no se consigue con una devaluación", agregó, para poner incómodos a muchos empresarios que históricamente recurrieron a ese método, tan rápido como cruel por la caída del salario real que significa.

3) Sus párrafos dedicados a la educación tuvieron la presencia del paro docente de 48 horas convocado para el lunes y el martes próximos. No fue casual la mención al dirigente docente bonaerense Roberto Baradel, conocido por su identificación con el cristinismo. La coalición gobernante se abroqueló frente al nombre de Baradel y creó también uno de los momentos de mayor ovación al Presidente. No obstante, deben rescatarse los conceptos que expresó sobre la educación. No se eliminará la pobreza y no disminuirá la desigualdad sin poner especial atención en la educación, dijo. Describió con precisión un mundo donde el avance tecnológico elimina puestos de trabajo. El remedio, concluyó, es la preparación educativa para una nueva era en la producción de bienes. Una era imparable, como lo fue en su momento el arribo de la era industrial, que afligió a los artesanos. Es central que quien tiene el poder en la Argentina pueda entender ese proceso, que otros presidentes, como el propio Donald Trump, no llegan a comprender.

El mundo y el pasado

Los párrafos casi últimos los dedicó a un enfático repudio a la corrupción y a sus consecuencias en la vida cotidiana de la sociedad. Fue el momento de una arenga como si se tratara de un acto de campaña. Recordó la tragedia de Once como el resultado de la corrupción. El ejemplo valió más que cualquier teoría. El kirchnerismo volvió a enloquecer de rabia.

Macri profundizó más la diferencia proponiendo un país integrado al mundo y promoviendo el libre comercio. Les enrostró a los cristinistas la confianza que su gobierno había conseguido en países extranjeros y organismos internacionales. Pero no fue ingenuo: "Vivimos un mundo de incertidumbres", describió. ¿Trump? ¿Los partidos xenófobos de Europa? No lo dijo.

La medicina que recomendó es una mayor apuesta a la integración de los países. "Dejemos de lado la agenda pequeña y mezquina. Ya no hay lugar para cinismos", golpeó de nuevo. ¿Necesitaba decir a qué agenda pequeña y mezquina se refería? No, sin duda. Simplemente, calificó de esa manera la política exterior de Cristina Kirchner. El combate duró hasta el último instante. Todo terminó como empezó.