- A los radicales les gusta la política, a los peronistas les gusta el poder. ¿Usted en qué casillero encaja?

-En los dos casilleros, porque también a los radicales les gusta la política y les gusta el poder. Quizás en estos últimos treinta años no han tenido una buena experiencia a nivel nacional, pero sí hay mucho radicalismo que ejerce el poder a nivel provincial, y muchos intendentes municipales. Así que me ubico en los dos lugares. Pero me alejo de los testimonios. No hago política para ser un testimonio de algún valor, sino que hago política -y eso es bien del peronismo- para ejercer el poder y desde el poder transformar la realidad.

- ¿Cómo es la relación de Macri con el poder y con la política?

-Macri es un político, no es un empresario. Lo distinto de Mauricio no viene de lo empresarial sino de su profesión de ingeniero. Uno se acostumbró al peronismo, donde la dispersión y el desorden casi son generados para poder administrarlos y ahí es donde nosotros quizás mostramos la habilidad política. Eso no está bien para el país. En el caso de Mauricio las cosas funcionan con mucha más disciplina, con previsibilidad. Es menos táctico que nosotros los peronistas, pero mucho más estratega.

-Hace un tiempo usted dijo que Cambiemos se consolidaba como espacio de gestión pero que como espacio político estaba vacío. ¿Sigue pensando lo mismo?

-Sigo pensando lo mismo porque tiene lógica. Sería hipócrita y una gran mentira decir que algo que se generó producto de una necesidad electoral hace menos de dos años hoy pueda ser un partido afianzado y consolidado. Cambiemos tuvo un resultado electoral exitoso y ahora tiene la responsabilidad de gobernar. Si tenemos éxito administrando, como consecuencia de ese éxito se consolidará este espacio.

-El populismo es una táctica para conseguir y conservar el poder. El kirchnerismo ejerció el populismo con un discurso de izquierda. ¿Macri puede terminar siendo un neopopulista con discurso de derecha?

-Espero que no. Y tengo confianza en que no va a ser así. Acá hay que hacer un mea culpa y lo hago como peronista. En treinta y tres años de democracia el peronismo gobernó el 90% del tiempo y tenemos 30% de pobres. El peronismo lo que más ha ostentado es la justicia social y lo que ha hecho es menos justicia con la sociedad. El kirchnerismo no ha sido de izquierda, ha sido un capitalismo populista. En donde lo que alimentó, exacerbó, es la gratificación instantánea de la gente. Perón apostó a la movilidad social ascendente; se preocupaba porque la gente estudie, porque la gente tenga una vivienda. Acá en cambio lo que llevó adelante el kirchnerismo es que la gente pueda consumir. Símbolos que parecen un ascenso social: tener un buen par de zapatillas, tener un celular y tener Fútbol Para Todos. Eso no es movilización social ascendente, eso no es peronismo. La gratificación instantánea es la que hizo creer a la gente que estaba mejor, ahora hacemos una encuesta y el 30% es pobre. Tiene un celular y unas zapatillas, pero sigue siendo pobre, no tiene cloaca, no tiene estudio, no tiene casa. Esto es el kirchnerismo.

-Fíjese que Macri no disminuyó la ayuda social, sino que en algunos casos la aumentó...

- Mauricio Macri tiene que terminar esas fiestas que se pagan con deudas y con inflación.

Tuvimos que parar la fiesta de los subsidios, que es muy doloroso. Por supuesto que hay que seguir sosteniendo la gente. Ahí es donde se lo acusa de populista. ¿Pero cómo no lo iba a hacer si esa gente necesita un tránsito para salir de esa fiesta que le mintieron durante diez años que era un ascenso social? Macri en esto tiene que ser gradual, para llegar a una realidad social ascendente verdadera y bien peronista. Lo pongo resaltado: bien peronista.

-Usted polemizó con Jaime Durán Barba sobre la necesidad de tener un sesgo político más sólido. Pero en la Casa Rosada dicen que la única discusión en serio la ganó usted, cuando se hizo el acuerdo con los radicales y Carrió que Durán Barba rechazaba. ¿Es así?

-Tengo una posición hoy que no es distinta a la de entonces. No sé si lo voy a decir con claridad... La ostentación y el cuidado de la imagen pueden llevarnos a un gran error. Durán Barba no es un estadista, sino que es una persona que hace marketing de la política. El riesgo es que abracemos al marketing como concepto de gestión. Y muchas veces llevar adelante una gestión y querer transformar la realidad es inversamente proporcional a tener una buena imagen. El estadista se juega en determinados momentos ante la crítica casi entera de la sociedad, convencido de que va a transformar una realidad para el bien de la gente. Si nosotros nos quedamos en el marketing de la política lo que vamos a hacer es surfear la realidad durante cuatro años, cuando hoy el país y el Presidente tienen una gran oportunidad de meterse en profundidad a cambiar la realidad. Por supuesto que ese cambio va a tener costos, por supuesto que si le preguntás a un consultor como Durán Barba te va a decir no, vamos para adelante, sigamos para adelante. El ejemplo fue Daniel Scioli, que surfeó a toda velocidad la provincia de Buenos Aires durante ocho años, cuidando su buena imagen y haciendo marketing de su imagen. Las consecuencias son que la provincia de Buenos Aires está mucho peor de lo que estaba hace ocho años. No me gustaría que pase esto en este espacio. Entonces ya está bien con el marketing, ahora lo que precisamos son estadistas, no candidatos. Y el estadista no le tiene que tener miedo a la imagen. Yo creo que si nos seguimos cuidando tanto la imagen no vamos a hacer gestión, y si no hacemos gestión vamos a defraudar a la sociedad.

-El caso Panamá Papers hace un año y ahora el acuerdo por la deuda del Grupo Macri con el Correo, dos temas que están en manos de la Justicia, mostraron a un Gobierno sin reflejos políticos, que no percibió la dimensión pública que pueden tener algunos hechos. ¿Pueden repetir este tipo de errores?

-De esto yo quiero poner énfasis en cuestiones de forma y de fondo. De forma, en que éste es un gobierno que no esconde, que es sincero. De fondo, en que hay honestidad intelectual y de todo tipo. Destaco mucho la honestidad de los funcionarios. Y la sociedad sabe que nosotros somos distintos a lo anterior. Sí puede haber algo que podemos llamar inocencia, en cuanto al timing político. Pero me molestan mucho algunas críticas que tienen que ver con la honestidad y con prácticas que se hacían en otro momento. Aunque nos falte por ahí un poquito más de inteligencia, de esa picardía que también tiene que tener el hombre de Estado.

-¿Cuánto cuesta esto en un año electoral?

-Todo cuesta. Son errores no forzados, cosas chicas que se van sumando y desgastan. El kirchnerismo tuvo un crédito, que era no volver al 2001 y lo usó en sus relatos durante ocho años. Nosotros tenemos un crédito, que es no volver al kirchnerismo. La sociedad todos los días nos da una oportunidad más porque sabe que nosotros vamos en esa dirección. Nuestro desafío de acá en adelante es que la gente no deje de mirar el pasado, pero a la vez comience a mirar el futuro.

-¿Se acabó en este año electoral el romance en el Congreso con los “peronistas buenos” como Sergio Massa o Miguel Pichetto?

-No se acabó y no se va a acabar. Por supuesto que es un año político y uno necesita tener una diferenciación, una identidad, en pos de tener un resultado electoral. Porque sino, la otra alternativa es pasarse a Cambiemos, que eso no va a ocurrir. Pero estas dos personas de las que has hablado y muchas otras, han tenido una noción de responsabilidad en la transición. Yo estimo que, a sabiendas de la situación en que está el país, se va a extender en los próximos años esa responsabilidad. Para mí, con el kirchnerismo se agotó la generación política predemocrática, que desde el ´83 a la fecha no fue buena para el país si terminamos con el 30% de pobres. Creo que esta nueva generación política es mucho más responsable. Aunque ahora haya pedidos de interpelación y en la campaña electoral se vaya a levantar cada vez más el volumen.

- ¿Se le pasaron las ganas de llevar peronistas al gobierno? En su momento usted habló de Florencio Randazzo, del gobernador Urtubey, Diego Bossio, el intendente Katopodis...

-No es un tema de peronismo o no peronismo. Es de gente que es bueno que el país la tenga gobernando, administrando, con experiencia de gestión. Mi ponderación a ellos es porque los conozco como seres capaces y no por peronistas. Así hicimos este armado de Cambiemos. Pueden ser de cualquier partido. Pienso también en Martín Losteau, al que cada vez le daría más protagonismo, y en Ernesto Sanz. Yo quiero que tengamos volumen político, además de haber incorporado al gobierno a muy buenos profesionales y técnicos. Porque el profesional y el técnico no tienen el cuero para aguantar la crisis que sí puede aguantar un político, o el temple para aguantar una crisis y transformar la realidad. Creo que tiene que haber un equilibrio.

-Pero el que es peronista no se va a sumar al gobierno de Cambiemos...

-Yo soy peronista y sigo en el gobierno. Rogelio Frigerio es peronista y es ministro del Interior.

-El periodista Santiago Fioriti contó en Clarín que la relación de su mujer con Juliana Awada facilitó un reencuentro con el presidente Macri después de algunas discusiones fuertes. ¿Me podría ampliar un poco esa historia?

-Esa es una anécdota de Nueva York, cuando fuimos a la Asamblea de las Naciones Unidas en septiembre. La relación mía con Mauricio está basada en mucho afecto, después de cinco años de estar casi todos los fines de semana juntos. Afecto y feeling, que no es fácil. Y nuestras mujeres se conocen de antes de nosotros y también tienen buena relación. Por lo tanto, cuando tenemos alguna oportunidad vamos informalmente los cuatro a tomar algo o a cenar, como fuimos en Nueva York. Pero desde otro lugar, no desde lo político. Por supuesto eso ayuda a una conversación mucho más amena y en esas conversaciones más amenas se solucionan a veces cosas importantes.

Desde el pueblo donde mataron a Aramburu

Emilio Monzó nació en una clínica de Temperley, en setiembre del ‘65. Fue el primero de seis hijos de Emilio Monzó Ruiz, español de Madrid, médico rural, y su mujer, la irlandesa Gema Gardiner McDermott. Vivían por ese entonces en Timote, un pueblo de poco más de 500 habitantes casi perdido en el noroeste de la Provincia. Timote sería noticia pocos años después. Allí, en la estancia La Celma, el 1 de junio de 1970 fue encontrado el cuerpo de Pedro Eugenio Aramburu, el general de la Revolución Libertadora secuestrado y ejecutado por Montoneros.

-Usted tiene fama de gran discutidor. ¿De quién le viene ese espíritu?

-Me parece que es irlandés. Mauricio me dice que soy un escocés, le erró de país, pero es irlandés. Cuando discuto levanto la voz pero no grito. Peor es que sea un hipócrita, que hable todo en modo zen y no diga nada de lo que tenga que decir.

Entró a la política llevado por Francisco Durañona y Vedia, figura del liberalismo. Su padre fue concejal por la UceDé en Carlos Tejedor. El hijo aprendió del fracaso antes que del éxito: en 1999 le faltaron unos cien votos para ser intendente. Se fue a trabajar con Florencio Randazzo en el gobierno de la Provincia. Dos años después fue concejal y en dos años más, intendente.

A Macri lo conocía de ocasiones sociales, de algún partido de futbol en Punta del Este. Pero el que se lo presentó para hablar de política fue Diego Santilli. Y el que lo llevó el día que Macri le propuso que sea su armador político en 2011 fue Fernando Niembro.

-Hablando de futbol... ¿juega bien Macri?

- Es buen jugador de tenis, de paddle y de golf ...

-¿Y usted?

-Tengo cuatro operaciones en la rodilla, pero si estuviera bien… No era talentoso pero sí muy sacrificado. Así me pagué tres años del estudio en la universidad. Me pagaban para jugar en la Liga del Oeste en la Provincia. Iba los fines de semana. Jugué para Independiente Liberal y Huracán de Carlos Tejedor. Me trajeron a probar a Buenos Aires y todo.

Monzó tiene cinco hijos. Dos varones con su primera esposa y tres mujeres con la actual, Karen Sánchez. Entre un matrimonio y otro pasaron diez años y algunas historias. A Karen la conocía desde chica: vivía en Tres Algarrobos y era compañera de una de sus hermanas. “Algún día me voy a casar con ella” se prometió aquel estudiante secundario.

Veinte años más tarde él era intendente de Carlos Tejedor y ella, que vivía en Capítal, lo llamó para pedir ayuda en un trámite. Monzó se tiró a la pileta y casi le propuso matrimonio por teléfono. Dos semanas después se encontraron. “Desde ese día no nos separamos más” cuenta el hijo de la irlandesa y el español.

ITINERARIO

Emilio Monzó -casado, cinco hijos- nació el 26 de setiembre de 1965. Pasó infancia y adolescencia en Carlos Tejedor, Buenos Aires. Se recibió de abogado en la UBA. Entró a la política en los ‘80 en la UceDé y se afilió al peronismo cuando la UCeDé se hizo aliada de Carlos Menem. En 2001 fue concejal y en 2003 intendente de Carlos Tejedor. Diputado provincial en 2007 por el Frente para la Victoria. Daniel Scioli lo nombró ministro de Asuntos Agrarios en pleno conflicto con el campo, en 2008. Duró apenas un año en el cargo. Se sumó al PRO. Mauricio Macri lo hizo ministro de Gobierno porteño en 2011. Fue armador nacional del macrismo. Hoy preside la Cámara de Diputados.

Al toque

Un proyecto: La armonía y unión familiar. En un mundo de tanta incertidumbre trato de que mis hijos tengan un buen refugio en mi hogar.

Un desafío: Mantener el diálogo y hacer de la Cámara de Diputados un ejemplo de convivencia política.

Un líder de hoy: El Papa Francisco.

Un prócer: Manuel Belgrano.

Un sueño: Una Argentina sin pobres, segura y libre.

Un recuerdo: El primer día que ví a mi mujer.

Una sociedad que admira: Rescato a las que están basadas en normas e instituciones fuertes.

Una persona que admira: Mi madre, un ejemplo de austeridad.

Una comida: Asado.

Una bebida: Agua.

Un placer: Viajar.

Un libro: La sociedad sitiada, de Zygmunt Bauman.

Una película: Notting Hill.

Una serie: 24 horas.