Contexto económico

Ya en el segundo semestre de 2016, entre el desacierto en el ajuste de las tarifas de gas y la negociación legislativa por el Impuesto a las Ganancias, el gobierno del Presidente Macri se mostró confuso, cambiante, etc..

Pero el año terminó bien, hubo calma social y un resonante éxito en el blanqueo. La Gobernadora Vidal dijo, con cierta razón: “Mauricio aterrizó suavemente un avión que venía casi sin combustible”.

Lo que ocurre es que, en los primeros seis meses de gobierno, se resolvió lo urgente, (razonablemente bien), pero no lo importante. Desde el punto de vista económico, nunca se entendió bien (nadie lo explicó), y menos ahora, por qué habría de bajar la inflación, por qué se habría de reactivar la economía –de la mano de la inversión- y por qué habría un crecimiento del 3,5% en 2017. Del “abuso de las cadenas nacionales” al ayuno y abstinencia.

En enero hubieron varias buenas noticias, cuando más asustados estábamos (por Trump, por supuesto):

a) Gracias al blanqueo se completó una recaudación de M$ 100.000; la requerida para la reparación histórica de los jubilados.

b) El ingreso de dólares del blanqueo proveyó capital de trabajo al sector de la Construcción, que tenía la mayoría de los inmuebles a escriturar, y permitió una fuerte suba en los patentamientos de autos y de bienes registrables. También aumentaron los permisos para construir en la CABA.

c) Se confirmó que, pese a los inconvenientes climáticos, habrá una cosecha de casi MT 55 y MT 37 de soja y maíz, respectivamente, que le siguen a una muy buena de trigo y a una potencialmente buena de girasol.

d) El Ministro Caputo consiguió en los primeros 45 días del año, colocar deuda interna y externa, por el equivalente a la mitad del año de las Necesidades de financiamiento del Tesoro y, por consiguiente, el Banco Central no le dio ni un mango a Hacienda. Esperemos que siga en esta tesitura, por lo menos en el primer semestre.

e) Como consecuencia del blanqueo, de la cosecha y de Caputo, (provincias y empresas, aportaron lo suyo), las Reservas treparon en MU$S 8.600 en sólo 30 días, lo que permitiría un Dólar de convertibilidad “flotante” de $/U$S 17,17; para el pasado viernes 17.

Con sólo estos datos, un Ministro de Economía que no sea ni un Super ni un Sub- Ministro, podría enunciar y fundamentar una estrategia económica, por lo menos para lo que resta del año, amén de sentar las bases para un modelo de crecimiento de largo plazo, superador del mero rebote.

Lo ocurrido en el mes de febrero y, particularmente, en la última semana que pasó, desmiente todas las expectativas favorables que uno podría forjarse a la luz de los citados datos económicos.

Dicho de otra manera, el problema económico se transformó en un problema político.

El problema político

El Presidente gobierna con minoría parlamentaria y coaliciones transitorias, bastante bien armadas, que le han permitido sacar adelante leyes importantes como la Ley PyME, la modificación de Ganancias o la más reciente, de las ART.

No es un Gobierno clásico de coalición, sino de mayorías transitorias conformadas por minorías “del palo” y otras minorías circunstanciales. La suma de estas dos minorías aislaría al “enemigo elegido” para las elecciones, es decir el Cristinismo.

Pero es muy difícil sostener estas mayorías cuando el Ejecutivo ni siquiera les comunica a sus legisladores, metidas de pata tales como la modificación de la fórmula de cálculo para el incremento jubilatorio. Cruje Cambiemos y hasta la Dra. Carrió los manda a la r…m…q..l..p… y fija a la Semana Santa, como fecha para tomar decisiones electorales.

Los problemas del Correo (con la familia Macri) y del ajuste jubilatorio, fueron probablemente decididos o des-manejados por Mario Quintana, uno de los empresarios que son los “ojos, oídos e inteligencia” del Presidente. Dicen que el Ministro o Sub Ministro Dujovne, después de 40 días de no pronunciarse sobre nada, le hizo los cálculos para que juntos le hicieran meter la pata al Número 1. Es sabido lo que vino después: “gobierno de pasantes; chapucerías; tridente en declinación”, etc.. Y pérdidas del 4 al 9% en imagen de gobierno.

La consecuencia obvia es que el esquema de poder, con empresarios que echan Ministros, pero ni siquiera firman una simple Resolución, es no sólo novedoso sino bastante criticable, por no decir condenable. ¿Porqué el Cambio tiene que decidirlo un cuasi monje negro, que tira la piedra y esconde la mano?. Tanto es así que, si el Presidente decidiera tener un Ministro de Hacienda (los Super-ministros no nacen de un repollo, son la consecuencia del éxito, pero no son imprescindibles o Super desde el origen), Dujovne ya no le es útil.

Recuperar la iniciativa con un ojo miope y un Sub-Ministro, no será tan sencillo. Es más, es imposible.

Cambiemos

Supongamos que en Marzo y Abril se repiten los desaciertos de Febrero. No cabe duda que el riesgo de perder las elecciones para el oficialismo, es altísimo. Como mínimo, tendríamos al electorado dividido en tres tercios, suponiendo que el tercio PJ-Partido Renovador lograra candidaturas unificadas.

Pero La Argentina es un país presidencialista. No de coaliciones parlamentarias. Y la campaña del oficialismo la harán Macri y Vidal. Si, en las encuestas, se comienza a vislumbrar el escenario de los tres tercios, las inversiones productivas se pospondrán, ante la falta de horizonte y los que tienen plata sólo aprovecharán las tasas de interés, como las de las LEBACs, que rinden (¿rendirán?) casi el 23% anual real en dólares.

Más de un chacarero, sobre todo si le fue bien, retendría su cosecha ante un Dólar tan atrasado. Cosecha guardada es lo mismo que reactivación perdida, en el interior. Sólo quedaría empujando la economía, el capital de trabajo de la Construcción y el crecimiento de sus industrias proveedoras. Ni siquiera los jubilados pudientes gastarían sus excedentes sino que los transformarían en ahorros en pesos, que tampoco moverían el consumo.

Quiere decir que difícilmente se pueda repetir, en los próximos meses, el escenario de febrero. No hay razones económicas para estos traspiés políticos que complican toda reactivación y confunden toda expectativa.

Por eso, Señor Presidente, es mejor hacer control de daños, reparaciones y despegar, con un buen plan de vuelo. Cambiemos.

Por Lic. Jorge Ingaramo
Fuente: Años de Campo