Fabiana Giussani y Gabriel Andreanó aman la naturaleza. Son porteños y comerciantes. Hace siete años se sumergieron en un proyecto filantrópico: crearon una reserva natural en Misiones.

El primer lote lo compraron en 2009 y el sexto, hace un año. Reunieron 794 hectáreas de selva paranaense para preservar la biodiversidad y especies como el yaguareté y el tapir. La cruzada llama la atención, pero no es la única. En la última década, se crearon 70 reservas privadas en el país, por lo que llegan a 220 las áreas protegidas bajo esa figura. Así se preservan 835.000 ha, es decir, cuatro veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires. En muchas de ellas se hacen investigaciones o actividades agropecuarias o turísticas sin modificar el ambiente.

Cuando heredaron las 350 hectáreas de selva paranaense que su padre tenía en El Soberbio, en Misiones, Diego Teza y sus dos hermanos tenían varias opciones. Tramitar un permiso para desmontar y vender cedro, lapacho o guatambú; producir yerba, o vender el predio. Ésas eran las opciones más a mano. "Ninguno de los tres necesitaba de esas tierras para vivir y todos tenemos hijos. Por esa sencilla pero enorme razón, decidimos destinar esa tierra como reserva natural. Queremos que las futuras generaciones puedan ver la selva tal como la conoció mi viejo", afirma Teza, y dice que hace unos meses la reserva, que tiene un año de vida y se llama El Cantar de la Pachamama, hizo su primer aporte: "Un biólogo descubrió en un curso de agua una nueva especie de tararira".

La familia Teza se comprometió ante el Estado misionero a conservar la biodiversidad del lugar, pero reservó 20 hectáreas parar armar un refugio donde darán cursos de ambiente y producción orgánica y desde donde partirán las visitas guiadas a la selva. Dicen que no pretenden ganar dinero, sino generar ingresos para hacer sustentable la conservación de la selva. La de los Teza es una de las 70 reservas naturales privadas creadas en el país en la última década, lo que permitió incorporar 115.000 hectáreas a un esquema de conservación.

La Argentina suma 220 reservas, con una superficie de 835.000 hectáreas, cuatro veces la ciudad de Buenos Aires, según los registros de la Red Argentina de Reservas Naturales Privadas (Rarnap).

Muchos de los dueños de estas reservas persiguen fines altruistas. Otros se proponen diferenciar la actividad agrícola, ganadera o apícola, al desarrollarla de manera supervisada y amigable con el ambiente. Algo parecido ocurre con quienes la usan con fines turísticos, con alojamiento o no, y quieren conciliar el negocio con el valor natural de la flora, la fauna, el suelo y el agua del lugar, que es el imán de las visitas. Entre ellos hay particulares, familias, empresas y ONG.

"En la última década hubo una toma de conciencia sobre problemáticas ambientales, como extinción de especies, reducción de ambientes naturales, expansión de la frontera agrícola, contaminación y cambio climático. Creció el interés de la sociedad por implicarse de manera activa en estos temas. Aumentaron la cantidad y la variedad de profesionales dedicados a la conservación, las opciones de formación y la cantidad de organizaciones civiles conservacionistas que apuestan por trabajar con el sector privado", consideró Florencia Morales, coordinadora de la Rarnap y licenciada en Ciencias Ambientales.

Para que un predio alcance la figura de reserva e ingrese en los registros de la red, tiene varios caminos. Puede tramitarla ante el Estado provincial; certificarlo ante una ONG, como Fundación Vida Silvestre, Aves Argentinas o Hábitat & Desarrollo, por citar algunas, o autodeterminarse reserva. "Tiene que ser un espacio con límites claros y reconocido, dedicado y manejado para conseguir la conservación a largo plazo de la naturaleza", explica la bióloga Alejandra Carminati, coordinadora del proyecto Áreas Protegidas Privadas de la Fundación Vida Silvestre y miembro de la red.

Villavicencio, Mendoza.- Con sus 72.000 hectáreas, es una de las más grandes del país
Villavicencio, Mendoza.- Con sus 72.000 hectáreas, es una de las más grandes del país. Foto: Gentileza Villavicencio
Mientras las obligaciones que asumen los propietarios varían según el camino para obtener la figura de reserva, básicamente se comprometen a conservar los ambientes naturales y promover acciones para mejorar las condiciones de la flora, la fauna y los sitios de especial valor. También prohíben la caza y el uso de agroquímicos. La infraestructura y el desarrollo productivo, si se tiene, están limitados a un sector específico y deben tener un plan de manejo sustentable. Según cada caso, esas responsabilidades pueden ser acordadas de por vida, en un convenio por 20 años o hasta que el privado decida otro fin.

De las 23 provincias sólo La Rioja no registra ninguna reserva. En la red creen que se debe a que la provincia no tiene legislación sobre el tema ni una ONG que promueva la figura. Misiones suma 65, alentadas por el entusiasmo que genera conservar la belleza escénica y la diversidad de sus selvas, y porque la provincia promueve y da incentivos impositivos a quienes pretenden crear una. En Buenos Aires hay 14, siete de las cuales fueron creadas en los últimos 10 años.

"Mi familia tenía en alquiler 2100 hectáreas sobre la ruta 11, frente a Las Toninas. En 2011 quise trabajar el campo y para comprar vacas vendí 400 hectáreas. Como estudio ingeniería agrónoma, investigué y decidí que los terneros los íbamos a criar en el pastizal natural, sin sembrar una especie forrajera que convirtiese el campo en un monocultivo. Así preservo 300 especies vegetales, 135 aves y 20 mamíferos de la zona", cuenta Federico Quiroga, dueño de El Carrizal, reserva creada en 2014. "Alcanzar la figura de reserva nos permitirá además certificar que nuestra carne es de pastizal natural", explica Quiroga.

En promedio, cada reserva tiene 3500 hectáreas. La más grande, de 91.165 hectáreas, está en Jujuy y es de la azucarera Ledesma. En parte de esa selva de yungas tiene actividad agrícola. En Mendoza, Villavicencio tiene una de las reservas privadas más grandes y emblemáticas del país. Abarca 72.000 hectáreas y hace compatible la conservación del ecosistema con la extracción de agua. Otras de las reservas emblemáticas son las que el filántropo y conservacionista norteamericano Douglas Tompkins conformó en Corrientes. Son ocho predios que constituyen el parque Iberá, de casi 150.000 hectáreas. En septiembre pasado, la fundación The Conservation Land Trust, que administra esas reservas tras la muerte de Tompkins, acordó con el Gobierno donar esas tierras en etapas.

En el Sur suele haber reservas extensas. Varias son de empresas que se comprometen a conservar ambientes del entorno de desarrollos inmobiliarios que ellas mismas impulsan. "En Los Huemules conservamos 5600 hectáreas y otras 200 están reservadas a un loteo residencial. El compromiso sobre el área protegida es a perpetuidad y entre los principales aportes está preservar un área donde habita el huemul, en peligro de extinción", sostiene Federico Reese, administrador del campo. En Córdoba, a 10 kilómetros de Tanti, sobre 376 hectáreas, el empresario Ricardo Rocca desarrolló, en 2008, una reserva desde la que se monitorean cóndores. Los visitantes pueden hospedarse para hacer avistaje de aves, cabalgatas y caminatas.

En general, las reservas promueven trabajos de investigación de campo para relevar flora, fauna, conservación de suelos y calidad del agua. En Delta Terra, unas 20 hectáreas en la Primera Sección, en Tigre, contribuyen con la reinserción de animales decomisados o que provienen del mascotismo. "Recibimos cardenales, jilgueros, pepiteros, tortugas de agua, coipos, carpinchos y gatos monteses", cuenta Marina Homberg, bióloga a cargo de la reserva, que pertenece a tres socios que "compraron la tierra con un fin altruista".

"Además del rescate de fauna, hacemos capacitaciones, trabajos de educación ambiental y organizamos visitas a los pajonales inundables. Con esas actividades estamos acercándonos a ser sustentables", confía Homberg.

La Rarnp es parte de la Alianza Latinoamericana de reservas. Y es ahí donde pueden comparar la expansión de esta figura a nivel regional y tratar de explicar por qué la Argentina aparece entre los países con mayor superficie protegida. "Además de haber muchos privados interesados en conservar, el tamaño de las propiedades es en general mayor que el que se da en otros países, principalmente en las zonas centro y sur, donde suelen existir grandes extensiones de territorio con alto potencial de conservación y posibilidad de compatibilizar el cuidado de la naturaleza con actividades productivas extensivas. La superficie que en la Argentina se ve protegida por 220 reservas privadas es muy similar, por ejemplo, a la protegida en Brasil, por más de 1000 reservas", expone Morales.

Metas prometidas para 2020

Más allá de lo exponencial del crecimiento, las reservas privadas representan una superficie menor en relación con las áreas naturales protegidas que dependen de la Nación, de las provincias o de los municipios.

Según detallaron a LA NACION en el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, en todo el país existen 433 áreas protegidas, es decir, contabilizando parques, reservas y monumentos naturales con destino de conservación.

Entre todos abarcan 33 millones de hectáreas, algo así como el 12% de la superficie total de nuestro país.

De todos modos, desde la Red Argentina de Reservas Naturales Privadas se advierte que, según las metas planteadas en la Convención de Diversidad Biológica, firmadas en 1992 por el gobierno argentino y ratificadas por ley nacional en 1994, los países del mundo deberían alcanzar la protección de al menos 17% de cada región natural terrestre para 2020.