-¿Cómo evalúa el año que pasó?

-Lo más destacable es que se evitó una crisis macroeconómica. Las crisis con la que nuestro país suele acomodar las variables que están en desequilibrio son uno de los factores que más afectan el crecimiento a largo plazo. Se puede decir que se demoró la reactivación, pero, ¿se demoró respecto de qué? El problema fue que se pusieron demasiadas expectativas en que iba a ser una recesión más corta de lo que fue, pero en rigor de la verdad, tampoco fue la recesión más larga ni más profunda que sufrió nuestro país y, dadas las condiciones que tenía nuestra economía, es meritorio que se haya evitado una crisis.

-¿Y 2017?

-Nuestro país hace más de cinco años que no crece de forma sostenida. Se podrían cuestionar algunas formas y medidas pero el tema de fondo es comenzar a salir de la trampa del cortoplacismo y poder tener un horizonte de crecimiento y desarrollo de cuarenta o cincuenta años, y en eso parece enfocado el Gobierno. Argentina ha empezado a aparecer en el radar mundial y eso es alentador para un país que necesita financiarse con ahorro externo. El blanqueo fue un éxito y hay inversiones en camino por montos nada despreciables. La economía este año va a crecer.

-¿Qué faltaría hacer?

-Nuestra economía necesita reformas estructurales que nos permitan bajar el llamado "costo argentino", es decir, incrementar la competitividad. Es lógico que una vez que pasan los efectos de un shock externo como el que vivimos los últimos quince años, con precios de exportación inéditamente altos, empiece a hacerse foco en la competitividad externa. La Argentina tiene la presión tributaria más alta de América latina y ocupa el puesto número catorce a nivel mundial, esto es un 36% del producto bruto interno (PBI). Según datos del Banco Mundial, 25,8% de la economía argentina no está formalizada, lo que hace que la presión sobre el sector formal esté entre el 47% y el 58%. Esto incentiva la informalidad y la competencia desleal, además de encarecer nuestras exportaciones. Es por eso que hace falta una reforma tributaria integral que también elimine los impuestos que son altamente distorsivos. A su vez, es necesario incentivar la productividad, desarrollar un sistema financiero y de capitales y tener un plan estratégico de infraestructura. La disminución de la pobreza, el aumento del empleo y el incremento del consumo dependerán de que se logre sortear los problemas estructurales para emprender un camino de crecimiento y desarrollo sostenido. Para esto serán necesarios estabilidad macroeconómica, una fuerte institucionalidad y un aumento de la productividad. Nuestro país no puede darse el lujo de seguir perdiendo oportunidades.

El autor es economista jefe de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios