WASHINGTON.- El cambio de era está en marcha y, fiel al estilo transgresor de su líder, arrancó con aire de campaña. Con discurso de corte nacionalista y proteccionista y desprecio por sus predecesores y el sistema político, Donald Trump se convirtió ayer en el nuevo presidente de Estados Unidos.

"Hoy es más que una inauguración. Hoy el poder vuelve al pueblo", sostuvo el magnate republicano, luego de jurar al pie del Capitolio en la ceremonia de inauguración más corta y menos concurrida del pasado reciente, marcada por violentas protestas en la capital, que dejaron por lo menos 217 detenidos.

Trump delineó un retorno al unilateralismo, con Estados Unidos como eje y "prioridad absoluta" en todas sus decisiones. Un cambio de rumbo que hará "que el país vuelva a ganar como nunca lo ha hecho hasta ahora" y que ponga punto final a "la carnicería" de quienes se aprovecharon de su riqueza y recursos, prometió. Es un giro de 180 grados respecto de la agenda que desarrolló su predecesor, el demócrata Barack Obama, que ayer dejó la Casa Blanca tras ocho años de mandato.

El republicano anunció que blindará las fronteras del país a los inmigrantes y lo protegerá de "los estragos" provocados por el libre comercio. Luego firmó una orden ejecutiva que manda a las agencias federales aliviar la carga de la reforma sanitaria, el Obamacare, el legado más simbólico de su predecesor, mientras empieza el trabajo para derogarla.

No hubo números oficiales sobre la concurrencia a la asunción, que según Trump sería histórica. Las fotos y las impresiones oficiales hablaban de una muchedumbre mucho menos numerosa que en las juras de Obama.

Con la pompa que simboliza la transición en una democracia de más de 200 años, esta vez el programa tuvo una inusual carga de tensión. Reflejo de la fractura de esta sociedad, miles protestaron y tuvieron violentos enfrentamientos con la policía. Hubo vidrieras rotas, destrozos y autos quemados. Hoy está prevista una "marcha de resistencia".

Con el puño en alto, Trump le envió un mensaje por elevación a su predecesor.

Censuró a los "políticos charlatanes" que, con su paso por el poder, causaron daño con la pérdida de empleos, riqueza y seguridad, "en beneficio de otros países". Fue una dura descripción del país y para muchos, un diagnóstico sesgado.

"Pero todo eso se termina a partir de este mismo momento", prometió, con el comienzo de una nueva era en la que "Estados Unidos será la prioridad" para toda decisión de gobierno. Un abanico en el que entran tanto el comercio como las relaciones internacionales y la defensa.

Dirigido más al votante de Trump que a la sociedad en su conjunto, el mensaje causó irritación entre demócratas y pareció atentar contra la posibilidad de consenso. Más allá del dominio que ahora el presidente tiene en ambas cámaras.

Por momentos bajo una lluvia que no llegó jamás al aguacero que se había pronosticado, la ceremonia marcó varios récords. Fue la más corta en muchos años -apenas 16 minutos de discurso- y la menos concurrida. Cerca de 800.000 personas acompañaron a Trump. Un contraste respecto de las casi dos millones que se congregaron en 2009, cuando lo hizo el primer presidente negro.

El otro dato fue el impresionante operativo de seguridad. Las protestas populares desaconsejaron que Trump; su mujer, Melania, y el hijo de ambos, Barron, cubrieran a pie casi todo el recorrido del tradicional desfile entre el Capitolio y la Casa Blanca.

Pero tras los vidrios de "La Bestia", tal como se llama a la blindada limusina presidencial, Trump pudo ver los numerosos carteles de los descontentos.

Entre otras cosas llamaban a "Resistir" e ironizaban con la idea de "Hacer a Rusia grande otra vez", en una parodia del eslogan presidencial que reserva ese objetivo para Estados Unidos.

El otro temor fue el riesgo de atentados. Hubo un perímetro aéreo que impidió vuelos en 65 kilómetros a la redonda, se prohibió el acceso de grandes vehículos que no hubieran sido revisados, y el presidente y su familia fueron escoltados por cerca de medio centenar de guardias de civil.

Culminación de la meteórica carrera que empezó Trump hace apenas 18 meses, el día fue, por contraste, difícil para la ex secretaria de Estado Hillary Clinton.

Rompiendo una tradición de años, el presidente no le dedicó mención alguna durante su discurso, lo que enmendó luego durante el brindis en el Congreso. "Es fantástico que ella y su marido [el ex presidente Bill Clinton] estén aquí", dijo Trump. El rito se cumplió con la presencia de ex presidentes de ambos partidos. El demócrata James Carter y el republicano George W. Bush también dijeron presente. Su padre, George H. Bush, se excusó por razones de salud.

Todo un fenómeno en sí mismo, Trump despertó ovaciones entre sus seguidores. Votantes que creen en su promesa de pronta riqueza, progreso imparable y el retorno de los empleos que se llevó la globalización.

"Mucha gente se ha olvidado de ustedes. Pero yo no y lo que ahora empieza será fantástico", les dijo.

Casi desprovisto de menciones de política internacional, el mensaje tuvo una promesa de fondo: "Vamos a erradicar el terrorismo islamista de la faz de la Tierra", dijo.

Una vez más se abstuvo de precisar cómo. Sí, en cambio, volvió a sugerir que Estados Unidos no puede cargar más sobre la espalda el esfuerzo de "defender a otros países" porque primero "tiene que defenderse a sí mismo".

En la misma ocasión juró su vicepresidente, el ex gobernador de Indiana Mike Pence. Un hombre que, al igual que Trump, tiene un pasado en los medios de comunicación. El magnate, en TV; el ex gobernador, en radio.

Junto con Trump compareció su extensa familia, fruto de los tres matrimonios que tuvo en su vida. Además de Melania, elegante en un traje que recordó a Jackie Kennedy, las miradas se las llevaron Ivanka Trump y su marido, Jared Kushner; ambos, con reconocida llegada al presidente. El otro protagonista fue Barron, de 10 años, el hijo que tiene con Melania y que tiene un marcado parecido con su padre.

Ya en segundo plano, Obama jugó dignamente el papel de presidente saliente. "Para mí esto no es un punto, es apenas una coma en la larga historia de los Estados Unidos", dijo al despedirse.

Más distendido en la medida en que la jornada avanzaba, Trump cerró con el habitual baile inaugural con su mujer. Uno de los ritos del programa de inauguración. La Casa Blanca brillaba, alumbrada por cientos de focos.

Para hoy, más protestas se esperan en esta ciudad y en otros puntos de la nación. La fractura en el país sigue abierta.