Después de un año de Gobierno, ninguno de los ministros se atreve a
criticar al Presidente. Sin embargo, hay un mote que forjó Diego
Maradona y acompaña al Jefe de Estado desde sus años como presidente de
Boca. “El cartonero Báez nos hace rendir cada peso”, bromea un
importante ministro para referirse a la obsesión por el costo fiscal
que -asegura- tiene el mandatario. El impacto fiscal, reconocen los
colaboradores del Presidente, es el denominador común que atraviesa
cada una de las decisiones del Ejecutivo.
Con escasos resultados para mostrar, el Jefe de Estado se prepara para
anunciar que su administración superó dos décimas su meta de reducción
del defícit para 2016. Finalmente y gracias al blanqueo, se redujo de
7% a 4,6%, en lugar del 4,8% que había prometido. Este año -pese a las
elecciones aspira a cumplir 4,2%. El Presidente y su círculo no quiere
sacrificar un año de gestión. Con ese espíritu firmaron la resolución
que congela el empleo público.
La variable a la que más le prestan atención en el primer piso de la
Rosada, además de la baja de inflación, es la creación de empleo. "Así
sabremos si hemos fracasado", dicen. No admiten la comparación año a
año. Prefieren seguir la tendencia de los últimos meses, en los que
-aseguran- se crearon 20 mil empleos en blanco. “El pasado fue un año
de reordenamiento de lo macro, ahora vamos a destrabar lo micro”, dicen
cerca de Gustavo Lopetegui y Mario Quintana. Los equipos de los
vicejefes de Gabinete ven en el nuevo ministro de Hacienda Nicolás
Dujovne mucho más que un simple vocero económico. “Ejercíamos nosotros
un control presupuestario, porque en el ministerio antes se negaban a
hacerlo”, señalan en alusión al despedido Alfonso Prat Gay.
La competitividad es la palabra que más repiten los economistas de la
Casa Rosada. Luego del convenio de Vaca Muerta, apuntan a multiplicar
las mesas sectoriales. Siguen las de la carne y la construcción. En
reemplazo de Rodrigo Pena, se sumó a la jefatura de Gabinete
Maximiliano Castillo, otro economista de origen radical. En Balcarce 50
están convencidos de que la reactivación ya empezó, aunque se note
poco. Argumentan que los préstamos prendarios crecieron un 22%, y que
los créditos hipotecarios volvieron a moverse.
El aumento de la deuda externa no los preocupa. Explican que el país
tendrá la mejor tasa en décadas. "Carlos Pellegrini decía una gran
verdad: ´Las deudas se pagan con deudas´", reitera uno de los
funcionarios más importantes, que no comulgaba con Prat Gay, que
sostenía la misma hipótesis.nterpretaciones sesgadas por la ideología.
El mote de “cartonero” no es la única definición que entregan los
ministros sobre el Jefe de Estado. "Nunca lo vi exaltado. Pero cuando
es no, es no”, señala un ministro. Si hay consenso, acepta las
sugerencias colectivas. Cuando hay divergencias, "estudia, escucha,
consulta y decide”, resume el asesor Alejandro Rozitchner.
“Tiene cabeza de ingeniero. Nos planteamos objetivos, metas y quiere
respuestas. No lo podes boludear: el tipo confía, pero si no cumplís,
se pone seco y perdés crédito”, cuenta otro de sus ministros.
Uno de sus colaboradores más políticos valora la impronta gerencial del
Presidente. “Te obliga a estar al tanto de cada tema", lo elogia. Otro
halaga la rigidez horaria del mandatario. Las 12 horas diarias de
trabajo y la necesidad de desenchufarse fueron eje de unas de las
reuniones de Gabinete ampliado. En los últimos años se volvió más
político, coinciden varias fuentes.
Uno de los funcionarios que conocen al Presidente desde su época como
empresario asegura que Macri cambió poco. “Le gusta la información
sistematizada, los tableros de control, las reuniones de equipo”,
explica.
Aunque suele insistir con la idea del trabajo en equipo, Macri se
divierte cuando sus ministros compiten entre sí. El mismo crea
conflictos de intereses entre sus subordinados. Lo sufrió Sergio
Bergman.
Marcos Peña es el estratega y la voz que más escucha el Presidente.
Para eliminar suspicacias, Macri eliminó de su mesa chica al empresario
Nicolás Caputo. En privado, “Nicky” sigue aconsejándolo. En la Casa
Rosada ya nadie oculta que el Presidente tiene en su cabeza un período
de ocho años, “como en Estados Unidos”. Necesita resultados económicos.