Eso se puede comprobar con los incendios e inundaciones que afectaron a
cinco provincias. Los expertos en cambio climático advierten que los
fenómenos meteorológicos serán cada vez más extremos como consecuencia
del calentamiento global. Aunque todavía no haya evidencias que lo
ocurrido en las últimas dos semanas en el país corresponda a ese
escenario, las alarmas que disparan habitualmente centros como la
Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en
inglés) de los Estados Unidos son para tener en cuenta.
La década de 2000 y 2010 fue la más calurosa de la historia. Según los
cálculos de la Organización Meteorológica Mundial, que depende de las
Naciones Unidas, en 2016 la temperatura media mundial estuvo en 2016
1,2 grados por encima del período preindustrial. Lo que dicen los
científicos es que este incremento ya no puede atribuirse solamente a
los ciclos de períodos cálidos y fríos por los que ha pasado el
planeta. Es la actividad humana la que provoca las anomalías.
La prueba de que hay que actuar con sentido de la prevención la dieron
los incendios, que afectaron 1,4 millones de hectáreas en La Pampa, Río
Negro y Buenos Aires. El gobierno nacional dijo que los técnicos del
Plan de Manejo del Fuego, que depende del Ministerio de Ambiente,
emitieron una alerta en noviembre pasado para el territorio pampeano.
Según la ley 22.815 son las provincias las que deben actuar primero con
prevención -limpieza de caminos, picadas- y luego solicitar ayuda a la
Nación. La provincia de La Pampa, en cambio, dice que actuó en tiempo y
forma. Más allá de la controversia, sobre la que habría que preguntarse
por qué el Ministerio de Medio Ambiente no fue más enfático en
reaccionar ante la supuesta inacción de la provincia, la propagación
del fuego demuestra que hay que actuar con un sentido de la urgencia
mayor.
No sólo es cuestión de reflejos el problema. Las decisiones de política
económica también tienen impactos ambientales de largo plazo.
Productores y especialistas de la realidad pampeana dicen que hay que
buscar en el despoblamiento ganadero que sufrió la provincia como un de
los factores que desencadenaron los incendios. Hubo una tormenta
perfecta para que sucediera esto en 2016. A un período de buenas
lluvias que provocaron el crecimiento de los pastos, le siguió otro de
seca y tormentas eléctricas. Al no haber animales suficientes que se
alimentaran de la mayor cantidad de masa verde estaban dadas las
condiciones para un incendio de magnitud.
El despoblamiento ganadero de La Pampa es evidente. En 2008 el stock
provincial era de 3,7 millones de cabezas. Siete años después había
918.293 cabezas menos. En el departamento de Caleu Caleu, en el sudeste
de la provincia, uno de los más afectados por el fuego, se perdió el
36,6% del stock entre 2008 y 2015. Pasó de 184.888 a 117.163 cabezas.
El gobierno de los Kirchner decidió apostar únicamente a una ganadería
de mercado interno. Todavía se pagan las consecuencias.
No se trata de seguir echándole la culpa a la "herencia recibida",
porque eso deslindaría responsabilidades a los gobernantes actuales, si
no de poner el foco sobre el impacto que tienen las políticas
equivocadas en el largo plazo.
Más cerca en el tiempo, el presidente de Carbap, Matías de Velazco,
señala como un error del gobierno de la provincia de Buenos Aires haber
reducido de manera general la ventaja impositiva que tenían los
partidos del sudoeste provincial. Por el presupuesto 2017 se dispuso
que la quita del inmobiliario pasara del 70 al 35%. "Se hizo de manera
general, hay partidos como Villarino o Patagones, que hoy están
padeciendo los incendios, que la necesitan", sostiene.
El ruralista también dice que el sudeste provincial está afectado por
la sequía. "Hubo muy poca gruesa; va a ser un año durísimo porque
aunque a nivel macro los números del trigo parece que son buenos a
nivel micro, no, los números no les cierran a muchos productores",
señala.
Algo similar sucede en el norte bonaerense, el sur de Córdoba y el
centro de Santa Fe, donde las lluvias de más de 200 milímetros en
varios lugares castigaron las siembras de segunda o, directamente, las
impidieron. "El campo no está bien", resume De Velazco, a modo de
llamado de atención.