Soy integrante de Incrementar Consultoría Agropecuaria. Lo primero que se podrá decir al leer el título es qué tienen que ver las malezas con las enfermedades en el cultivo de soja. Y la realidad es que nada, salvo que alguna de las primeras sea un hospedero asintomático de las segundas.

 

Pero si salimos del pensamiento lineal y lo pensamos un poco lateralmente, podemos ver que un tratamiento realizado para las enfermedades, como mancha marrón u otra Enfermedad de Fin de Ciclo (EFC) que comienzan a desarrollarse en los estados vegetativos, puede ser fundamental para el control de malezas a través del mejor herbicida que disponemos, la sombra.

 

Cuando no había resistencia de malezas a glifosato, se realizaba una aplicación de este herbicida antes del cierre del surco, de forma tal de repasar el lote y eliminar malezas que se encontraban en estado de emergencia y desarrollo. Hoy, con el problema de malezas resistentes y el mayor uso de herbicidas preemergentes, dicho tratamiento pasa a ser poco útil y, en algunos casos, es reemplazado por el uso de graminicidas. Pero el control de malezas sigue siendo necesario realizarlo.

 

En cuanto a enfermedades, especialmente las referidas a las de fin de ciclo (EFC), la receta dice que hay que tratarlas a partir de R3. Pero este manejo no tiene en cuenta la situación real en cuanto a la presencia de inóculo, con lo cual la aplicación en este estadío puede quedarse corta ya que el fungicida puede no llegar a las hojas inferiores, con lo cual una vez pasado el efecto de control del protectivo, el cultivo puede volver a infectarse, haciendo necesario realizar tratamientos en R5 a R5.5, especialmente en aquellos lotes donde es necesario tener calidad de cosecha.

 

El lector seguirá pensando por dónde se conectan ambos temas. Y estos se juntan por el lado del tratamiento previo al cierre del surco, pero en este caso en vez de realizarlo con glifosato, comenzamos a hacerlo el año pasado con fertilizantes foliares y un fosfito de cobre.

 

Este manejo nos permitió lograr un efecto doble, que pasó por tener un crecimiento más rápido y, por lo tanto, un sombreado más eficiente del entre surco, utilizando a la sombra como control de malezas y, por otra parte, reducir la presencia de inoculo de EFC de forma tal que los tratamientos con fungicidas puedan realizarse hacia R4 o algo más avanzado.

 

Además, este manejo lo que permite es superponer el efecto de la residualidad del herbicida preemergente con el efecto de sombreado generado por la estimulación al cultivo a llegar al Índice de Área Foliar (IAF) óptimo del mismo. Por otro lado, permite reducir la cantidad de inóculo presente en la parte inferior del mismo gracias a la circulación floemática del fosfito, de forma tal de poder llegar a la utilización del fungicida sin tanta presión de enfermedades.

 

Esto no quiere decir que si es necesario utilizar un herbicida no haya que hacerlo. Lo mismo con un fungicida, pero la aplicación preventiva de antaño puede ser perfectamente reemplazada por un tratamiento que sinergice el desarrollo del cultivo y la sanidad del mismo.