Fabiana Gennari, ingeniera química argentina, ha sido premiada con una distinción internacional por desarrollar materiales aptos para almacenar hidrógeno a fin de emplearlo como combustible, con el beneficio de que no produce contaminación. La galardonada científica nació y creció en Neuquén, y sus primeros contactos con la problemática a la que luego se abocó se produjeron en la bodega de su abuelo, en Bariloche. Allí descubrió la química en las manzanas y las uvas que fermentaban, y dio los primeros pasos hacia el tema que despertó su vocación y al que se abocó como investigadora del Conicet.

Luego de estudiar en la Universidad del Comahue se doctoró en Ingeniería Química y, ya casada, se trasladó a Italia con su esposo, también científico. Los dos hijos del matrimonio han sido tempranos colaboradores en el laboratorio. En la actualidad, la familia reside en San Carlos de Bariloche y la doctora Gennari se desempeña en el Centro Atómico de esa ciudad, donde lidera desde hace 17 años un grupo de trabajo que buscó mejorar los procesos de producción de hidrógeno a partir de fuentes energéticas renovables y limpias.

Precisamente, el relevante premio LOréal-Unesco "Por las mujeres en la ciencia" fue posible porque diseñó y desarrolló materiales nanoestructurados para el almacenamiento del hidrógeno.

El consumo de energía está asociado a la utilización de combustibles de origen fósil. Esto representa la dependencia de un recurso no renovable que, además, resulta nocivo para el medio ambiente, por cuanto implica la liberación de gases de efecto invernadero, considerados una de las principales causas del calentamiento global y el cambio climático. Ha sido frente a esa situación que en la Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático celebrada el año último en París, 55 países, entre ellos la Argentina, acordaron disminuir esa clase de emisiones.

El equipo dirigido por la doctora Gennari desarrolló un proyecto orientado a la generación y el almacenamiento de energía limpia, que no incluye en ninguno de sus pasos la liberación de gases contaminantes ni el desperdicio de recursos valiosos.

El desafío era mayúsculo, dado que no sólo se planteó la obtención del hidrógeno como fuente limpia para generar energía, sino que, para conseguirlo, no fuera necesario acudir a bienes contaminantes, como los combustibles de origen fósil. Ante ese problema, el equipo, integrado mayoritariamente por investigadores y becarios del Conicet, se propuso mejorar los procesos de producción de hidrógeno a partir de fuentes energéticas renovables y limpias. Así fue como se desarrollaron catalizadores nanoestructurados para obtener hidrógeno a partir de una mezcla de agua y etanol, conseguido a su vez de la fermentación de residuos orgánicos. Y frente al inconveniente de que los catalizadores que convierten la mezcla de agua y etanol en hidrógeno generaran dióxido de carbono que, liberado a la atmósfera, provocara contaminación, se optó por desarrollar materiales cerámicos nanométricos capaces de capturar el dióxido de carbono en el sitio de generación y transformarlo en algo útil, como precursores químicos que demanda la industria.