A punto de cumplirse un año desde que asumió Macri la presidencia, en mi opinión se observan cambios muy relevantes y estancamiento en otros.
Basta con recordar los discursos de violencia verbal de Cristina Fernández buscando enfrentar a la sociedad y compararlos con los actuales discursos de Macri en que prima la buena educación, el respeto hacia el que piensa diferente, como para reconocer un cambio de ambiente que tiende a pacificar los espíritus. Se podrá disentir con muchas de las cosas que dice Macri, pero eso no pasa de visiones diferentes sobre cómo recuperar la prosperidad de la Argentina. Francamente no recuerdo, en todo este año, una sola palabra descalificadora de Macri hacia nadie como solía hacer CF con su famoso abuelito amarrete, el empleado de la inmobiliaria escrachado en cadena y mil cosas más.

Tampoco los discursos de Macri están montados en una escenografía en la que se convoca a los aplaudidores de siempre como hacía CF. Necesitaba de los aplausos para satisfacer su inmenso ego. Para algunos estos puntos podrán resultar indiferentes o superficiales, para mí hacen a la convivencia de un pueblo civilizado y respetuoso. A la buena educación de sus gobernantes, punto de partida para construir un país. Y el ejemplo de convivencia y respeto ahora parte del presidente de la nación, cuando antes partía de la boca de CF el resentimiento, la agresión y la descalificación.

Otra cosa valiosa para mí es haber recuperado los actos patrios como actos patrios no como actos partidarios en los que solo había banderas de La Cámpora, imágenes del Che y fotos de NK, uno de los corruptos más grandes de la historia argentina.

Aún con las fuertes diferencias que tengo con el gobierno en materia de política económica, no puedo dejar de reconocer que el gobierno de Macri nos ha devuelto el sentido de Argentina para todos los argentinos y no para una fracción de fanáticos al estilo fascista.

No es tema menor que Argentina haya recompuesto relaciones con los países que respetan los derechos individuales. Hoy tenemos una mejor relación con el mundo civilizado. Nuestros funcionarios ya no se juntan con genocidas como Fidel Castro o el tirano Maduro y su corrupto régimen chavista.

El punto más débil del gobierno está en la política económica y en su discurso al respecto. Por el momento ha sido incapaz de avanzar en reformas estructurales del sector público, en materia impositiva, reforma laboral y otros puntos clave. Por el contrario, se ha limitado a cambiar la forma de financiar un déficit fiscal descomunal. El kirchnerismo lo financiaba con expropiaciones y emisión monetaria y el macrismo recurre al endeudamiento para cubrir el bache. Cambió la forma de financiar el déficit pero no se intentó disminuirlo, por el contrario, aumentó. Además sigue usando el tipo de cambio como ancla contra la inflación al igual que la mayoría de los gobiernos anteriores, incluido el kirchnerismo.

El gasto público no se anima a bajarlo y hacen recaer todo el peso del ajuste de la economía sobre el sector privado, que continúa perdiendo puestos de trabajo mientras que en el sector público y su legión de ñoquis heredada parece intocable. Es como si hubiese ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Los empleados estatales, en sus tres niveles, son intocables y no pueden perder sus puestos de trabajo porque hay que evitar el conflicto social.

Pero que el sector privado pierda 105.000 puestos de trabajo entre diciembre pasado y agosto, parece no importarle a nadie del gobierno.

Uno comprende que décadas de populismo y el destrozo heredado de los últimos 12 años no permiten solucionar todo de un día para otro. Ni siquiera pasa por mi mente creer que el déficit fiscal heredado pueda eliminarse en un año. Lo que me preocupa es el discurso económico del gobierno por el cual el “asistencialismo” sigue siendo un derecho en vez de un apoyo transitorio que el contribuyente, no el gobierno ni el estado, le otorga a determinadas personas. Se insiste con que son derechos adquiridos y eso hace que el macrismo contribuya a consolidar los valores que destrozaron la Argentina. En vez de defender la cultura del trabajo, insisten con defender la cultura de la dádiva.

Por otro lado, la política impositiva sigue tratando a los que trabajamos en blanco como esclavos que tenemos que mantener a una legión de planeros, empleados públicos y demás gastos inútiles del estado. Gastos que se solventan con el trabajo de gente decente que es saqueada impositivamente para sostener un estado sobredimensionado propio de los sistemas fascistas y populistas.

De nuevo, no digo que de un día para otro se solucione el monumental problema fiscal heredado, pero sí esperaba que de un día para otro el gobierno empezara a tener un discurso diferente al populismo que nos viene hundiendo desde hace décadas.
En síntesis, en estos 12 meses se ha logrado frenar las políticas de confrontación del kirchnerismo y tenemos un comportamiento mucho más educado y presentable ante el mundo y ante nosotros mismos.

Falta que el gobierno comience a cambiar el discurso populista por un discurso que hizo grande a Argentina: me refiero al discurso de la cultura del trabajo, de respetar la propiedad privada y, particularmente, dejar de tratarnos a quienes pagamos impuestos como esclavos a los que hay que humillar impositivamente para que el gobierno mantenga el poder y otros vivan a costa de nuestro trabajo.

Veremos si al comenzar el segundo año de mandato el gobierno cambia el rumbo de su discurso que todavía está impregnado de populismo o mantiene el rumbo decadente de la cultura de la dádiva.

Fuente: Economía para Todos