Fue la del año pasado y más de cuatro millones de hectáreas, un tercio de esta región, permaneció durante meses bajo el agua. Los partidos de Pila y Las Flores encabezaron el ranking del desastre con el 70% de su superficie afectada. Las pérdidas económicas calculadas en ese momento superaron los 1000 millones de pesos, con alta mortandad de animales, pasturas y cultivos. A lo que hay que sumar el drama de poblaciones y personas aisladas por caminos de tierra intransitables.

A pesar de todas estas dimensiones de catástrofe, la inundación del año pasado no se destaca del resto de las ocurridas en la cuenca del Salado en los últimos años. Sólamente es la más cercana. Y quizás la que más impacto político tuvo al dejar al descubierto la falta de obras de canalización del Plan Maestro en plena campaña presidencial y golpear al entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires y candidato por el FPV, Daniel Scioli.

Durante la gestión kirchnerista el Fondo Fiducidiario de Infraestructura Hídrica en lugar de ser aplicado como se había establecido a tareas hídricas en las áreas rurales se derivó a obras urbanas. Con 4000 millones de dólares recaudados, el doble de lo originariamente previsto, se está todavía lejos de terminar las obras del Plan Maestro, elaborado en 1999.

El anuncio del presidente Macri de una nueva etapa del plan de obras en la Cuenca del Salado es una promesa para recuperar el tiempo pérdido. Son obras que corren contra el reloj si se tiene en cuenta que entre los efectos del cambio climático esta la mayor frecuencia de eventos climáticos extremos como son las lluvias torrenciales.

Inundarse en esta región debería dejar de ser un fatalismo en el que no hay nada para hacer. En este sentido, mucho tienen para decir los técnicos holandeses que están colaborando con el gobierno y dispusieron su experiencia en el manejo del agua. Vale recordar que la mitad del territorio de Holanda estaría bajo el agua de no ser por el empecinamiento de este pueblo.

Sin estas obras el riesgo de invertir y producir en la cuenca del Salado seguirá creciendo. Quizás sea hora de que sus productores comiencen a reformular la definición del campo como una industria a cielo abierto. Por ahora, para ellos el campo es una industria que esta abierta a la próxima inundación.