A fines de los 80, la Argentina enfrentó una crisis energética similar o peor que la actual, de la cual se salió creando un mercado competitivo de precios libres, que duplicó la producción y las reservas de gas y de petróleo, mientras el sector eléctrico pasó a tener el equipamiento más moderno del mundo con la inversión de miles de millones de dólares, a la par que los precios y las tarifas disminuían.

El libre mercado no es mágico, sino que resuelve adecuadamente una cuestión central: permite abastecer a los consumidores según el valor que cada uno le da a la energía. En 2004 me consultó una empresa que trabajaba just in time para una ensambladora en los Estados Unidos, querían gas y electricidad a "cualquier costo"; temían no cumplir con las entregas.

En estos días, una acería me consultaba sobre la evolución de los precios: su problema es mantener bajo el costo de los insumos para ser competitiva. Cada empresa necesita una solución específica de abastecimiento que sólo le puede brindar un mercado de múltiples proveedores.

Precios y tarifas fijados desde el Estado sólo pueden ajustarse a valores promedio, perdiéndose la ventaja de las soluciones ad hoc para cada consumidor. El anterior gobierno descreyó del libre mercado, fijó precios demagógicos, decidió inversiones e intervino la operación de redes y gasoductos. Las tarifas fueron bajas porque la mayoría de los costos se pagaban con impuestos vía transferencias del Tesoro, pero lo cierto es que dejaron uno de los sistemas energéticos más costosos e ineficaces de la región.

El actual gobierno, a través del ministro Juan José Aranguren, ha dicho que quiere y va a organizar el sector sobre la base de la libre competencia, pero el problema que enfrenta es la transición hacia ese mercado. Tiene que modificar la proporción en que las tarifas cubren los costos; además, y simultáneamente, debe reorganizar el sector para que los costos disminuyan.

Estos cambios llevarán un tiempo prolongado, no se pueden solucionar todas las falencias de un día para el otro. Si bien los precios y tarifas pueden aumentarse a la par de reducir la transferencia de subsidios al sector -lo que implica bajar impuestos, sobre todo la emisión monetaria-, esta reducción se percibirá sólo con el paso del tiempo.

La población y los actores económicos pueden tener la sensación de que el sector empeora; no obstante, éste es el camino correcto para sanearlo. La baja de costos, la reducción de impuestos y la readecuación tarifaria requieren tomar muchas medidas, algunas de ellas deberán corregirse y complementarse con otras nuevas, pero lo más importante es que no perdamos el rumbo. Es factible recrear un mercado competitivo y libre a la par de aplicar una correcta política de subsidios y tener tarifas adecuadas a la situación socioeconómica de cada momento, para que volvamos a construir el sector energético que nunca debimos perder.

El autor es consultor y ex secretario de Energía