Si algo faltaba para desterrar aquella vieja idea de la Argentina como "granero del mundo" es el balance de la campaña triguera que acaba de terminar. La cosecha del cereal fue la peor en veinte años y dejará un saldo exiguo para exportar. En 2009, el país será el gran ausente del mercado internacional de trigo: con viento a favor, podría concretar embarques cercanos a los 2 millones de toneladas. Representará así tan solo 2% del comercio global.

Una mezcla de situaciones desencadenó en esta pobre performance para un país que en algún momento supo salvar de la hambruna a la Europa de la posguerra. Según la Secretaría de Agricultura, el clima (por sequía y heladas tardías) malogró 442.000 hectáreas de las 4,6 millones que se habían sembrado, casi 10%. En total pudieron cosecharse 4,23 millones de hectáreas, con pobrísimos rendimientos en muchos casos debido a la falta de lluvias.

Pero, antes de comenzar, los productores ya habían reducido la superficie triguera en 1,3 millones de hectáreas, casi 25%, en rechazo a las frecuentes y erráticas intervenciones del Gobierno en el negocio. Según una denuncia de CRA, por estas maniobras al productor terminan descontándole hasta un 40% del precio del cereal, el doble de la retención vigente.

Mientras los últimos camiones con trigo arriban a los silos, analistas privados y oficiales coinciden en que ésta cosecha será muy pobre. La Bolsa de Cereales habla de sólo 8,6 millones de toneladas y la Secretaría de Agricultura de 8,8 millones. En cualquier caso, el trigo disponible será un poco más de la mitad del que se obtuvo la campaña anterior, cuando la producción llegó a 16,3 millones de toneladas. Hay que remontarse a la campaña 1988/89 para encontrar un resultado tan malo.

De esas poco más de 8 millones de toneladas de trigo que la Argentina tendrá en 2009, 5,10 millones deberán ser reservados para los molinos, si se quiere preservar el consumo interno de productos panificados, que asciende a unos 100 kilos anuales por habitante. Los 3 o 4 millones restantes -finalmente el saldo exportable- serán motivo de fuerte disputa entre las cerealeras tradicionales que lo venden a granel y la industria molinera, que ya exporta casi 1 millón de toneladas anuales de harina de trigo. En total, ese sector industrial demandará cerca de 7 millones de toneladas. Y se especula que el Gobierno le dará prioridad, en procura de mantener el nivel de empleo y las ventas con valor agregado.

Así, el remanente del grano sería de entre 1 y 2 millones de toneladas. La oferta exportable de trigo argentino no había sido tan magra desde 1971, cuando se vendieron 370.000 toneladas. Respecto de las 12 millones de toneladas embarcadas en 2008, la debacle es mayúscula. Tanto que se perderán, a los valores actuales, negocios por casi 2.000 millones de dólares.

Históricamente, la Argentina figuró entre los principales ocho exportadores mundiales de trigo, detrás de EE.UU., la Unión Europea, Canadá y Australia, y peleando lugar con Rusia, Ucrania y Kazajastán. En 2009, tal como viene planteado el escenario, deberá esforzarse para figurar en esa estadística.

Brasil, el gran comprador del cereal argentino, se verá muy afectado. Pero como anticipó con tiempo la situación, lanzó una agresiva campaña para elevar su producción -llegaría a 5,8 millones de toneladas-, y facilitó la importación desde otras regiones. Pero otros 50 países del globo extrañarán este año el trigo pampeano.