El incremento en el consumo de carnes a nivel mundial, conseguido a través de una mejor calidad de vida de las personas, va acompañado de mayores preocupaciones en lo que respecta a emisión de gases de efecto invernadero, bienestar animal e inocuidad de productos, especialmente entre los más jóvenes.

El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria tiene un convenio con el Ag Research y la Universidad de Massey en Nueva Zelanda, y en este contexto viajó Fabio Montossi a realizar una capacitación con foco en la emisión de gases de efecto invernadero, relación planta-animal, comportamiento animal y productividad. Además, está evaluando diferentes Lotus de Uruguay, desarrollados por INIA, con la posibilidad de que incluso sus taninos colaboren en la reducción de esos gases.

“Nueva Zelanda es un país agropecuario por excelencia, y se destaca por su política de apertura de mercados y reducción de aranceles, por promover un Estado eficiente, poner foco en la productividad y eficiencia de la cadena y apoyar el conocimiento promoviendo la investigación”, comenzó diciendo Fabio Montossi.

El país de los All Blacks quiere posicionarse en el nuevo orden ganadero mundial como productor líder de proteínas animales de excelencia, contemplando todas las dimensiones de la sustentabilidad. Igual que en cualquier lugar, no está ajeno a polémicas por la forma de producir, especialmente por temas ambientales. El momento de mayor tensión entre productores y gobierno se dio con la propuesta hace un tiempo de desarrollar y liderar un mercado de carbono y establecer un impuesto ambiental a los ganaderos por la emisión de gases de efecto invernadero.

“Es un tema sensible que tiene una gran influencia en los poblados del interior que dependen del desarrollo económico de la ganadería”, dijo Montossi. Estos temas estuvieron marcando la campaña electoral pero con el triunfo de la oposición, apoyada por organizaciones de productores, no está más en la agenda próxima del gobierno, si bien la discusión continúa.

“El consumo mundial de carne bovina, sobre todo en los países en desarrollo, no deja de aumentar y exige al sector mejorar la productividad y la eficiencia”, expresó Montossi, y agregó que “los consumidores de medio y alto poder adquisitivo, al momento de elegir el tipo de alimento, cada vez prestan mayor atención a aspectos ligados a las implicancias en el ambiente”.

Existe un trabajo de 2022 que se hizo entre INIA, la Universidad de la República en Uruguay y otras organizaciones de Nueva Zelanda, que establece que estimando veganos, vegetarianos y pescetarianos hay un 8,2% de la población de Uruguay, pero si se consideran los consumidores más jóvenes, de 18 a 30 años, es el 20%.

A su vez, creció el grupo de consumidores que se autodenominan como flexitarianos, los cuales consumen carne solo en ocasiones especiales.

La estrategia a implementar en Nueva Zelanda tiene varias aristas, pero Montossi las nombra todas. “El foco en las acciones a futuro de los productores y las organizaciones está en articular y exportar una cultura alimentaria, generando diferenciación y agregado de valor a los productos cárnicos asociados al desarrollo de la cultura verde de producción y transformación, obtener el máximo valor posible de los coproductos de la industria cárnica, marcar la agenda de sostenibilidad siendo proactivos en el debate y definiendo una nueva historia para compartir con los consumidores, impulsar la transparencia más allá de la trazabilidad mejorando los procesos de certificación que garanticen la calidad e integridad de la carne y lana producidas, seguir desarrollando atributos y narrativa premium y única del país, liderar el debate de los beneficios de la carne en la salud humana y fortalecer los sistemas de colaboración e innovación para generar una nueva ola de competitividad en el sector”.

Desde allí, buscan mostrarse al mundo como un ejemplo mundial a seguir por su compromiso con la reducción de los gases de efecto invernadero y demostrando objetivamente los beneficios de consumir carne a pasto en la salud humana. Estas acciones avanzan también en otros temas como la calidad del agua o el bienestar animal. A su vez, se pone énfasis en la biodiversidad de los sistemas pastoriles y una ganadería más sostenible que en algunos casos se promociona como “regenerativa”.

URUGUAY. Primero y principal, hay que reconocer las diferencias existentes entre ambos países a la hora de producir y competir.

“Existen claras ventajas en la inserción internacional para el mercado cárnico de Nueva Zelanda, la eficiencia del Estado es de destacar, así como la productividad del sector privado, la política de riego o la inversión en ciencia y tecnología”, sostuvo Montossi.

Pero si miramos a Uruguay, también existen numerosos ejemplos positivos para mostrar.

“El crecimiento del monte nativo en el sector forestal, la política de uso y manejo de suelos, la trazabilidad animal, la importancia del campo natural, los sistemas de arroz con pasturas o agricultura de secano rotada con mejoramientos, entre otros”, expresó el investigador de INIA.

Este patrimonio nos diferencia y nos posicionó como proveedor confiable de proteínas animales de calidad comprobada, y la investigación nacional jugó un rol estratégico.

“Viendo las macrotendencias de los consumidores, especialmente de los jóvenes, podemos preguntarnos si este modelo estará vigente en el futuro”, dijo Montossi, sugiriendo incorporar más conceptos como limpio, verde y ético, hablando de minimizar uso de agroquímicos, impacto en el ambiente o evitar prácticas agrícolas que comprometan el bienestar de animales y personas, respectivamente.

“Uruguay puede avanzar, pero los procesos de transformación importantes llevan cambios culturales que no son exitosos si se basan en imposiciones y regulaciones”, sostuvo.

“Hay un cambio en el orden mundial ganadero que requiere de alianzas y consensos entre todos, y el apoyo a la investigación nacional será clave”, cerró Montossi, acerca de la experiencia en Nueva Zelanda.