Un ecosistema de 20 millones de hectáreas que se extiende por Bolivia, Paraguay y Brasil. Este fenómeno, ya devastador en el lado brasileño del bosque, se está replicando en Bolivia, especialmente en La Chiquitania, donde la producción de soja ha aumentado de manera indiscriminada, dando lugar incluso al contrabando de títulos de campos.

La Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano, establecida en 1999, enfrenta el desafío de detener esta situación preocupante. Romy Cronenbold, representante de la Fundación, alerta sobre el alcance de la deforestación, principalmente impulsada por la ganadería y la siembra de soja. La adaptación de tecnología con semillas ha permitido la expansión de la siembra de soja en ambientes que anteriormente no eran adecuados.

El Bosque Chiquitano, el bosque seco tropical más grande del mundo, no solo alberga a más de 200 mil personas en 124 comunidades, sino que también es un área crucial para la transición de especies, actuando como zona de conectividad entre diferentes ecosistemas. Sin embargo, la expansión de la soja y la ganadería, que domina el 90% de la economía regional, está amenazando seriamente este valioso ecosistema. Se estima que 300 mil hectáreas se deforestan anualmente, afectando no solo al bosque sino también al agua, la pérdida de especies y la regulación climática.

A pesar de existir legislaciones como la ley de la Madre Tierra, la ley Forestal y la Ley de Medio Ambiente, la deforestación persiste, a menudo impulsada por legislaciones que promueven la producción a costa del desmonte y una falta de institucionalidad y autoridades para hacer frente a las amenazas. Se ha identificado una figura preocupante, "los piratas de tierra", que avanzan en el desmonte a través de un mercado informal de tierras.

La Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano está luchando contra esta tendencia trabajando con autoridades locales, departamentales y nacionales, universidades y la comunidad en general para generar conciencia y promover la toma de decisiones informadas. Sin embargo, la ambición parece superar a la prudencia, según las estadísticas y los informes del IPCC, aunque hay indicios de que la sostenibilidad está comenzando a ganar terreno en ciertos grupos de productores.

Esta situación en el Bosque Chiquitano subraya la lucha constante entre el desarrollo económico y la conservación ambiental, un equilibrio que Bolivia y el mundo deben encontrar para preservar estos ecosistemas vitales para nuestro planeta.