Los anuncios del lunes serán para el FMI y los mercados, y esperados por la gente. Al FMI para darle garantías de mayor ajuste fiscal, y lograr el adelanto a 2019 de US$ 12.000 millones que refuercen el Plan Financiero hasta fines del mandato. El escenario base del stand by no se verificó. Suponía que luego del acuerdo récord de US$ 50.000 millones y el anticipo récord de US$ 15.000 millones los mercados volverían a Argentina. No ocurrió, generando dudas sobre el Plan Financiero.

Pero el FMI tiene motivos para aceptar el pedido argentino. Ya desembolsó US$ 15.000 millones y Argentina se convirtió en su principal deudor. Sus propios supuestos no se cumplieron. El apoyo internacional a Macri sigue siendo importante. Y pedirá a Argentina políticas fiscales y monetarias más firmes. Además, los adelantos empezarían en el segundo trimestre de 2019 y sujetos a condiciones menos flexibles, lo que da tiempo al FMI para monitorear la evolución de la situación económica y política.

Un rediseño del acuerdo con el FMI será también un mensaje para los mercados, aunque algo depreciado por la adicción argentina a incumplir. Pero los mercados esperan más. Esperan acciones decididas e inmediatas que no se concentren en más impuestos sino en la baja del gasto, tantas veces declamada y otras tantas incumplida.

El uso de la licuación inflacionaria y devaluatoria para contener el desequilibrio, en vez de atacar el gasto improductivo, es una cobardía económica y debilidad política que cobra su precio vía una desestabilización nominal –inflación en alza, dólar sin freno- y recesión que amenazan los planes reelectorales del oficialismo. Y las alternativas de la oposición no generan confianza.

También esperan cambios en el Gabinete. En una situación de crisis, resienten declaraciones oficiales de que no es un fracaso económico culminar 2016-18 con inflación de1 30%, crecimiento promedio nulo, Tesoro desfinanciado, crisis de balance de pagos, necesidad de acudir al FMI y pobreza –como se espera- superior a la del inicio de la gestión.

La gente espera cosas sencillas, que al menos baje la inflación, que se detenga la atolondrada suba del dólar y que la economía se recupere rápido. Las tres muy difíciles de entregar, pero no imposibles. Para que la inflación se modere es necesario estabilizar el mercado cambiario, y ello requiere atacar las expectativas de nuevas devaluaciones. El segundo requisito es limitar severamente el aumento de los agregados monetarios. Junto con una base fiscal más equilibrada, el Banco Central, sin abandonar la flotación, debe revelar con su intervención el sendero del tipo de cambio que está dispuesto a tolerar durante los próximos meses, que no debería alejarse de la tasa de inflación.

No es necesario abandonar la flotación. El ADN argentino puede tentarse con buscar un pequeño triunfo con alguna baja del dólar. Pero el aumento del tipo de cambio real tiene ayudar a un fuerte ajuste de la cuenta corriente, y el pass through de la devaluación recién está desplegándose, con lo que el tipo de cambio real actual seguirá disminuyendo.

Por otra parte, si aumentan las retenciones –mal que nos pese-, un tipo de cambio menor no ayudaría. Y finalmente, una baja importante del tipo de cambio, luego de haber tocado picos más altos, siempre amenaza con revertirse.

Mejores números fiscales y menor volatilidad cambiaria tienen que ser ayudados por la política monetaria. El Banco Central ha dejado de financiar al Tesoro, pero la cuenta de intereses de Lebac, Leliq y Pases es enorme –hoy $ 50.000 millones mensuales-, a lo que hay que agregar la expansión que genera el “programa Lebac”. Es urgente que el Tesoro “lleve” dinero al Banco Central para absorber base.

Aunque el stand by establece metas para agregados monetarios, se mantienen las Metas de Inflación con la tasa de interés como instrumento para alinear expectativas de inflación. Pero es difícil disimular que la tasa estuvo más determinada por el deseo de contener el dólar. Si las expectativas de devaluación ceden, la tasa puede en algún momento bajar, y contribuir a que la recesión sea algo más corta. Aunque el peso de la credibilidad y a confianza es muy superior al de la tasa.

Pero todo está sujeto al riesgo político. Mercados y votantes son conscientes del fracaso de la gestión macroeconómica del Gobierno, y pueden evaluar que sus chances de reelección son bajas y difíciles de remontar en los pocos trimestres que quedan.

Enfrente ven una oposición indefinida, y no totalmente independiente del kirchnerismo. Si se consolida la expectativa de un cambio de gobierno y de rumbo en la economía, la estabilización será más difícil y la recesión será sin duda más larga.

Por Julio Piekerz, ex director del Banco Central