A la hora en que los mercados cerraban una semana de incendio, el viernes pasado, los bomberos del oficialismo fatigaban los teléfonos con llamadas entre sí y con referentes de la oposición "racional" para que expusieran su apoyo al cumplimiento del acuerdo de reducción del gasto firmado con el FMI.

En las pantallas de los televisores que los funcionarios mantenían encendidos, pero sin volumen, los zócalos encandilaban como llamaradas con el dólar a $29,58.

"Los mercados dudan si vamos a tener el apoyo y la sustentabilidad para cumplir con el 1,3% de déficit pautado para 2019. La duda es política, no económica ni financiera", afirmó una de las figuras de Pro más activas en las últimas dos semanas para tratar de acercar al peronismo moderado a un acuerdo sobre el Presupuesto y sobre cómo compartir el ajuste entre las provincias y la Nación.

El "plan aspirina" para calmar los mercados se puso en marcha. Hoy se verá si logra bajar la fiebre verde. Es el objetivo que disparó todas las urgencias de hace tres días. "El problema es que hasta ahora la política fue más lenta que los operadores financieros", coinciden una alta fuente oficial y uno de los peronistas que dieron mensajes tranquilizadores. Los opositores y el Gobierno discrepan sobre las responsabilidadeås y la praxis que llevaron a estas instancias. Previsible.

Pese al rigor en la formación de muchos de sus cuadros, en el oficialismo suelen caer en la tentación de la monocausalidad para explicar los problemas que los aquejan. Adjudicar los inconvenientes y tropiezos al afuera es uno de esos reduccionismos recurrentes. La situación internacional y la falta de compromiso con la austeridad de la oposición son en esta hora toda la multicausalidad que se permite admitir.

María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y Rogelio Frigerio han logrado complejizar bastante más la mirada en su rol de bomberos de primera línea del cuartel general que comanda (sin discusión) Mauricio Macri, asistido por Marcos Peña. Sus gestiones y reuniones con los principales referentes de la oposición y gobernadores, entre los que se incluyen Miguel Pichetto, Sergio Massa y Juan Schiaretti, lograron que el viernes pasado varios de ellos se manifestaran de acuerdo con la reducción del déficit y enviaran señales favorables para avanzar con la discusión de ese presupuesto recortado.

Poco después de hablar por teléfono con Vidal, Pichetto dijo que "el peronismo federal y el Gobierno tienen que hacer un esfuerzo para que haya un presupuesto con un recorte de gasto equitativo y sin privilegios, que contemple las necesidades de las provincias y que se pueda cumplir". Ya habían cerrado los mercados a la hora en que el senador y varios gobernadores del PJ manifestaban su moderación, por lo que no pudo comprobarse si esa posición surtiría algún efecto. Al menos, bastó para abrir paso a un fin de semana más esperanzador. Ayer al mediodía, superada la desazón que le causó la eliminación del seleccionado nacional del Mundial, Macri pronosticaba una semana más tranquila. Tiene asegurado que, al menos, esta no abre con un paro general, como el del lunes anterior, que ya parece que fue el año pasado.

No es poco ese respiro (o ese paréntesis). La crisis cambiaria modificó varios hábitos en el oficialismo. Los televisores encendidos en los canales de noticias mientras los funcionarios mantienen reuniones no es el único, también las jornadas de trabajo de Macri se han extendido hasta altas horas de la noche, incluyendo el fin de semana.

Ahora la retórica que se puso en marcha hace tres días deberá ser refrendada por hechos y para eso todavía falta un buen trecho. Mañana habrá una reunión de ministros de Economía de las provincias peronistas para analizar las primeras señales sobre el ajuste que les tocaría y hacer una propuesta a sus gobernadores, quienes luego las pondrán en la mesa de discusión con la Nación.

Un entendimiento con los jefes provinciales es un primer paso, pero no la conclusión de nada. "Lo que ocurrió a fin de año con las reformas previsional y fiscal demostró que no alcanza con acordar con los gobernadores peronistas sin cerrar con los diputados y senadores justicialistas, ni alcanza con negociar en el Congreso si nada está sellado con las provincias", advirtió Vidal en reuniones de la restaurada mesa chica del Gobierno.

Eso explica la recuperación de espacio en cuestiones nacionales por parte de la gobernadora, de Rodríguez Larreta y de Frigerio. Lo mismo ocurre con el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, aunque en los últimos diez días debió alejarse del escenario por un serio problema de salud de su madre. Un verdadero cambio en la arquitectura del poder oficial.

Los dos jefes distritales de Pro y el ministro del Interior tuvieron días pasados una muy reservada comida con Pichetto y Schiaretti, en la que intentaron sentar las primeras bases para un acuerdo. Fue el prolegómeno de los pronunciamientos del viernes. Tan reservada fue la reunión que varios de los comensales prefirieron seguir negando hasta ayer ese encuentro, realizado con el monitoreo del Presidente y de Marcos Peña, a quien algunos de los opositores presentes dicen haber visto mucho más dialoguista que antaño. Lo consideran una buena señal, pero piden más. También, algo de autocrítica y alguna concesión. Nadie en el mundo económico-financiero duda de que es imprescindible que Macri logre un apoyo político amplio para cumplir con la más que exigente reducción de 200.000 millones de pesos en el gasto de 2019, que afectará tanto a la Nación como a las provincias durante un año electoral.

No es fácil lograr en ese contexto que un opositor comparta solo las pérdidas. Por eso, los peronistas del interior quieren que la mayor parte del recorte recaiga sobre la siempre frágil anatomía de la provincia de Vidal, luego de las reformas del año pasado que le devolvieron los recursos que el kirchnerismo les retaceó a los bonaerenses. La gobernadora y su equipo hacen esfuerzos ingentes para que los peronistas provinciales defiendan los intereses de su distrito o para exponerlos ante sus electores si no lo hacen. Es su carta para abrir una grieta en el conglomerado peronista.

Sin embargo, no están fuera del Gobierno las causas de todas las desconfianzas que siguen jibarizando el peso y golpeando sobre los activos argentinos. Son muchos los actores, incluso algunos muy allegados al propio Macri, que dicen que el Presidente debe dar señales más claras y más consistentes sobre la situación actual, explicar cómo hará para terminar de enderezar el barco que el acuerdo con el FMI sacó a flote, pero no logró poner de nuevo en la ruta preestablecida, y trazar un horizonte que alumbre alguna esperanza cierta.

En el Gobierno están convencidos de que ya se ha dicho y hecho lo suficiente para despejar incertidumbres. Sin embargo, casos como la ralentización del ajuste tarifario, un hecho que el mercado ya descontó deprimiendo las acciones del sector, suman rigidez a la reducción del déficit fiscal y riegan dudas.

No más clarificadoras han sido para algunos las declaraciones del Presidente para llevar tranquilidad a distintos sectores. La promesa ante un productor agropecuario de no aumentar las retenciones a las exportaciones, el anuncio de asistencia con créditos cuasi subsidiados a las pymes y las vagas precisiones sobre el recorte de la obra pública han llevado a muchos observadores a preguntarse, entonces, a quiénes afectarán los tijeretazos y de dónde saldrán los recursos para mejorar la ecuación fiscal.

Ahí no terminan los devaneos de los hombres de negocios. La otra preocupación es cómo hará el Gobierno para generar divisas genuinas y reducir el déficit de cuenta corriente, que parece ocupar un lugar menos rutilante en la preocupación oficial. De eso intentó hablar el amigo presidencial Nicolás Caputo en el almuerzo con Macri y Jaime Durán Barba que el partido Argentina-Nigeria abrevió más de lo que el invitado esperaba. Dicen que tenía propuestas, que le quedaron en el tintero, para reactivar la economía, de neto corte desarrollista.

Caputo, como muchos de sus pares, y también analistas encumbrados coinciden con la máxima del reconocido economista Mario Henrique Simonsen, uno de los autores intelectuales del milagro brasileño de los 70: "La inflación hiere, pero el déficit externo mata".

A diferencia de lo que piensa buena parte de los que en el Gobierno deciden, los mercados demandan para creer no solo señales de fortaleza política, aunque se sabe que es urgente lograrla. El tiempo corre, pero en el Gobierno el optimismo sigue cotizando en alza.