En materia de algodón, Argentina está dos generaciones atrasada respecto de las tecnologías que ya se usan en Brasil. Sin embargo, para revertir esta situación, se han puesto de acuerdo y afilaron objetivos y desafíos los gobiernos provinciales y el nacional, los productores grandes y chicos, los proveedores de semilla y toda la cadena de valor.

En 2014 habían sembrado 595.480 hectáreas, pero al año siguiente la superficie se derumbó a menos de 300.000 hectáreas. En 2017/18, se recuperó algo del terreno perdido con 318.000 hectáreas y se espera que para 2018/19 se llegue a 400.000.

Pero esta recuperación tiene un dato importante. El negocio está cambiando: de 2017 a 2018 la formalidad del negocio de semillas pasó de 12% a 60%.

Para mejor, la campaña 20118 dio un guiño con buenos rendimientos (a pesar de que la falta de lluvias complicó la siembra y muchas hectáreas no se pudieron sembrar) y buenos precios Para Pablo Vaquero, presidente del semillero Gensus, “el negocio del algodón está supeditado al valor de la fibra en el mercado internacional que se ha mantenido estable y creciente, al igual que la demanda de algodón que ha copiado el crecimiento poblacional”. Este semillero trabaja junto al INTA, que ha licenciado recientemente nuevas variedades para que Gensus las comercialice.

Meses atrás, productores referentes en el NEA formaron el Grupo por la Tecnología del Algodón (GTA) con el objetivo de formalizar su compromiso en el uso de semilla certificada. Lo que buscan de esta manera es que ingresen nuevas tecnologías al país.

Una de las claves para la certificación del uso propio está en controlar la salida de las semillas, del campo a las deslintadoras. A diferencia de la soja o el trigo, las semillas de algodón después de sacarle la fibra quedan con unos pelos o linter, que si no se saca traba la semilla en la sembradora y no puede sembrarse.

Otra de las preocupaciones que advirtió Vaquero es el ingreso de genética ilegal al país, que “pone en riesgo el excelente trabajo prestigio que se viene haciendo de Conabia”.

Vale recordar que la última biotecnología introgresada en una variedad de algodón aprobada para usarse en Argentina fue hace diez años. Por eso, todos, esperan que estén las condiciones para que Monsanto destrabe y habilite el ingreso de nuevas tecnologías que ya están en Brasil y Paraguay.