Actualmente, como país miembro del FMI, la Argentina tiene un cupo de dinero: 30.000 millones; la cuestión es si se usa o no. Es un fondo de contingencia.

Hay una corrida con el peso y una situación global en la que terminó la era del dólar barato. La Argentina basó toda su política de gradualismo en el financiamiento externo.

Les conviene a los mercados ir a otras economías, que a una de alto riesgo como la argentina.

¿Por qué Mauricio Macri habla con Christine Lagarde? Lagarde no es el FMI que supimos conocer; también pagó las causas y consecuencias de recetas que se habían aplicado en economías emergentes, como la nuestra, que terminaron fundidas

Nunca dejamos de ser parte del FMI, ni en la época de Néstor y Cristina Kirchner; lo que pasó es que cuando se adulteraron las estadísticas hubo una sanción sin precedentes

Lo que pasó también es que, es un escenario muy distinto al actual: el escenario del viento de cola tenía que ver con commodities, con la soja en alta, con un escenario que se llamó la era global del dólar barato. Esa era también terminó.

El crédito no implica que el dólar no se vaya a seguir moviendo. La macroeconomía necesita 23.000 millones de dólares para hacer frente al gradualismo.

El Gobierno trata de dar previsibilidad si hay una corrida más grande y que el costo de ese préstamo sea más barato.

La película que se mira hoy es la macroeconómica, que se proyecta en 2019, un año en el que hay elecciones y los commodities, productos que le dan a la Argentina una viabilidad no van a tener un buen escenario

En ese marco, se da una pesadilla que es la antítesis de lo que supo tener Néstor Kirchner: el expresidente tenía la jerga de superávit gemelos, lo que significa superávit comercial, más cantidad de exportaciones que de importaciones, es decir, mayor cantidad de dólares y superávit fiscal, que tu economía tiene más ingresos que gastos. Eso terminó cuando terminó el mandato de Néstor Kirchner porque el escenario global empezó a migrar.

El escenario que se le plantea ahora a la era M es de lo más complejos: commodities en una situación distinta; Estados Unidos que va a disparar el precio del petróleo por la relación con Irán; mercado financiero global que tiene tasas más altas; riesgo argentino que sube y, ahora, este crédito de hasta 30 mil millones de dólares que tiene dos aristas muy importantes: si ese dinero se utiliza para pagar una fiesta es preocupante; si ese dinero se utiliza para atenuar el impacto de una crisis global no hay tanta preocupación.

Esta es la última carta porque el FMI es el acreedor al que no se buscaba recurrir. El Gobierno quería evitar este costo político, pero el costo económico era aún mayor si se iba a la otra deuda

No está confirmada la tasa, son conjeturas. No tienen las tasas ni las condiciones ni el monto.

Lagarde decide con el Presidente y anuncian que hay una decisión política de avanzar. Luego van los técnicos del FMI y los técnicos locales y determinan las condiciones, la letra chica del crédito.

El problema puede ser lo que el Fondo le pida a la Argentina, porque los créditos son más baratos en tasa pero más caros en materia política.

Los países que terminaron agonizando por las recetas que el FMI quiso imponer, fueron su propio castigo. No hay margen a nivel internacional para políticas tan ortodoxas.

Pero si el Gobierno hubiera tenido otras opciones no iba al FMI, es la última opción más económica.

Hoy el que tiene que sacar un crédito está desesperado porque con una pequeña modificación del dólar el monto en pesos se dispara.

El próximo vencimiento de Lebacs es el gran test del Gobierno. Es un espiral que hay que frenar. Los países previsibles no dan una oportunidad segura de negocios con una tasa al 38%. Por eso hoy dentro del gabinete están tratando de acelerar el corte al déficit.

Lo que circula en Lebacs cada vez tiene una proporción mayor, es cerca del 40% del circulante.

El 40% de tasa no es sustentable en el largo plazo, si sigue así, irremediablemente la economía se enfría.

Respecto del dólar, se tratará de controlar la frontera psicológica de los 24 pesos. Al hacer el cruce de la inflación desde que asumió Macri, el equipo económico cree que hoy debería estar a 23 pesos.

Esto le pone un fin al gradualismo tal como lo conocimos. Al terminar el dólar barato a nivel mundial, el Gobierno obligatoriamente tiene que recalcular, más allá de que se tome deuda del Fondo.

El gradualismo se basa en tres pilares: en la confianza en los mercados internacionales; en avanzar políticamente con las tarifas - la salida de Monzó anunciada con demasiada antelación- y en aquel factor donde si cambia el acreedor cambia el financiamiento y la forma de presentarlo.

El timing político parece haberse perdido. La comunicación está más centrada en los mercados que en la gente de a pie que saca un crédito.

La lectura política que hace el Gobierno es que, en la medida que se calmen los mercados, es más fácil llegar a la calma local. Si no está la plata asegurada en el año electoral, al Gobierno lo corren por derecha e izquierda.

El equipo económico no veía venir esto. Hace doce días, quien estaba por sacar un crédito, no imaginaba este escenario.

Quince años para el auxilio, quince años para la mayor venta de dólares y un desafío muy grande por delante: que este crédito del FMI dé mayor previsibilidad; calmar la corrida cambiaria; dar tranquilidad a los de la economía real.