Sus ingredientes: una corrida cambiaria que estuvo a punto de elevar a niveles siderales el precio del dólar; la discusión de fondo por las tarifas que contiene, al mismo tiempo, una batalla cultural; los socios de Cambiemos convertidos en opositores dentro de la Coalición y un quiebre en las expectativas de los mismos votantes del presidente Mauricio Macri. Esos son los elementos que aparecen en la superficie para explicar la ostensible caída de la imagen del Gobierno.

El anuncio de que Emilio Monzó dejará la presidencia de la Cámara de Diputados es sólo el dato "de color" que faltaba para confirmar el problema que atraviesa no sólo a Macri sino a toda la administración: la "falta de política" cuando las papas queman. Monzó, desde el principio de Cambiemos, anticipó su mirada estratégica. Le explicó, al Presidente y a Marcos Peña, como buen peronista que es, que cuando se gana una elección presidencial, lo primero que hay que hacer, después de asumir, es pasar con una ambulancia para cooptar a una parte de los derrotados y subirlos al carro del vencedor. Y no solo por una cuestión de oportunismo político, sino como una jugada anticipatoria, para evitar que los heridos por la derrota se recuperen cuando los niveles de aprobación del oficialismo empiecen a caer.

Monzó sostiene que, desde diciembre de 2015, había, entre los intendentes y los gobernadores peronistas, muchos que estaban dispuestos a mudarse a Cambiemos con el pijama y el cepillo de dientes. Afirma que ya se perdió la oportunidad de hacerlo, y que cada vez será más difícil de conseguirlo. "Hoy los tendríamos de aliados, y la oposición en Diputados no lograría número para plantear un cambio en la política de tarifas, como está pasando ahora", me dijo un hombre cercano a Monzó.

Todo lo contrario piensan, desde siempre, Macri, el jefe de Gabinete, Marcos Peña y Jaime Durán Barba. Peña es, en especial, el que asegura que son las decisiones de gestión y no los pactos de dirigentes lo que sirve para lograr votos y apoyo. Pero los tres creen que Cambiemos ganó, y que va a seguir ganando, precisamente, porque nunca se mezcló con ningún cristinista, ningún kirchnerista trasnochado, y ningún peronista "gatopardista". Es decir: ningún dirigente que pueda dañar la base de sustentación de un electorado que apostó a la "nueva política de verdad".

Pero los que defienden la tesis Monzó, creen, incluso, que en el enunciado de la tan mentada nave espacial de mentirita que cada tanto cita Macri para poner adentro a un grupo de dirigentes indeseables, hay una especie de deseo encubierto de quitar, de la discusión política, casi de prepo, a todo el que no piense como la mesa chica del gobierno. Monzó y otros integrantes del "ala política" del Gobierno suponen que a los grandes acuerdos hay que hacerlos, no sólo con quienes piensan igual que uno, sino también con los que piensan parecido. O quienes estén dispuestos a firmar una especie de Pacto de la Moncloa en base a las "tres o cuatro grandes cosas".

Ahora, desde una situación relativa debilidad, los tiburones de Cristina Fernández e incluso otros tiburones del peronismo considerado "más racional" están oliendo "sangre" y se mueven en círculos alrededor de la presa. A la lectura del círculo rojo, Macri, Peña y Durán Barba siempre le oponen una visión más optimista, menos politizada y fundamentada en los datos de sus focus group. ¿Y qué interpretan con los datos en la mano?

En principio, aceptan el hecho innegable de que la imagen del gobierno cayó, junto con la propia imagen personal del propio Macri. Sin embargo, no consideran esta caída una tendencia irreversible sino la consecuencia directa del malhumor por los aumentos de tarifas y el ritmo lento de la caída de la inflación. Luego, entienden que los actuales niveles de aprobación no son muy diferentes a los que tenía la gestión antes de las últimas PASO de 2017. Además, explican que casi ningún dirigente de la oposición parece capitalizar al desencanto de muchos que habían votado a Macri y ahora están enojados o muy enojados con el actual estado de las cosas. Reconocen que quizá se incrementó "apenas" la imagen positiva de Cristina Fernández, pero la adjudican más al silencio que mantuvo hasta esta semana.

También descuentan que su repunte no le alcanzaría para ganar una elección presidencial. "Mauricio no pelea contra ningún adversario de la misma talla, sino contra la inflación. Y la inflación va a bajar a partir de mayo" me dijo un ministro del área económica al que le gusta más analizar números que hablar de "las abstracciones de la política nacional".

El problema es que los números, en la Argentina de ahora mismo, parecen tan volátiles como los de la aprobación política. Sin ir más lejos todos esperan con ansiedad la cotización del dólar del próximo miércoles, cuando el sensible y pequeño mercado financiero local empiece a funcionar a pleno.