Este encuentro entre los liderazgos de las principales potencias establecidas y emergentes es un importante núcleo de conexión entre las diversas redes de gobernanza internacional. Aunque su foco inicial ha sido la cooperación financiera, su campo de acción se ha extendido a todos los temas relacionados con el desarrollo sustentable.

El G-20 se formó luego de la crisis asiática a fines de los años noventa, cuando las naciones asiáticas fueron acusadas de implementar un capitalismo "de amigos". La idea era proveer a estas naciones de las mejores prácticas financieras globales. Una década más tarde, serían EE.UU. y Europa los responsables de causar una profunda crisis financiera global, lo que llevó a la convocatoria de la primera cumbre de jefes de Estado del G-20 en Washington, en 2008. Este cuerpo sería bastante efectivo en controlar la crisis, mediante la acción conjunta de bancos centrales y ministerios de Hacienda. En este contexto, como diría Raymond Aron, la diplomacia económica "actuó en forma realista, hasta quizá cínica, pero de modo razonable y moderado". Ante el desastre económico evitado "esta sabiduría sin ilusiones podría aparecer no sólo como un enfoque ideal, sino como un ideal".

En un organismo donde prevalece la cooperación informal, nuestro objetivo debe ser influenciar en forma positiva la agenda del G-20. Manteniendo los temas que considera relevantes de las agendas de las reuniones anteriores, e intercalando con éxito elementos prioritarios de la agenda nacional, la Argentina debe dejar de ser un rule taker (que acepta las reglas), para convertirse en un rule maker (que hace las reglas) o, por lo menos, en un rule shaper (que influye en las reglas). Para ello, posee en la presidencia rotativa una importante herramienta para orientar el debate de políticas globales.

Para tener éxito, los miembros del G-20, pero particularmente la presidencia argentina, deberán tener en cuenta lo dicho por Aron: "Es mejor comprender la diversidad en este mundo que soñar con un mundo que no existe más, porque no amamos el actual". El actual se caracteriza por los grados de contestación de las políticas en curso, lo que caracteriza más a un período de transición que a un nuevo régimen internacional establecido. Pero a la contestación del sistema por parte de las potencias emergentes, que reclaman más participación en las instituciones financieras internacionales (FMI y Banco Mundial), se ha sumado un rule breaker (rompedor de reglas) entre las potencias establecidas: EE.UU. Esta nación quebró la alianza occidental, confrontando a Europa en temas de comercio internacional, de cambio climático y de proteccionismo siderúrgico. Europa recibió el apoyo de China en los primeros dos temas, mientras China lucha por tener mayores grados de influencia en el sistema financiero internacional, a lo que Europa se resiste. En este desafiante contexto la Argentina deberá identificar elementos de armonía en la cacofonía existente.

La Argentina podrá jugar un rol de rule shaper y de componedor más efectivo si aprovecha su posición al "fin del mundo" para mantenerse alejada de los principales enfrentamientos geopolíticos -incluyendo EE.UU vs. Europa, EE.UU. vs. Rusia y China vs. EE.UU.-. Afortunadamente no tendremos una visita como la que Trump hizo a Polonia antes de la cumbre de Hamburgo en 2017, apoyando implícitamente la iniciativa de los países entre los "tres mares" -Báltico, Adriático y Negro-, que busca dar a este cordón de naciones más independencia respecto de Alemania y Rusia. Alemania mantenía enfrentamientos con Rusia, Turquía y EE.UU. Mantenernos distantes de los conflictos actuales debería darnos mejores perspectivas como componedor.

sabe la tierra
Liderar el G-20 será una magnífica oportunidad para implementar una estrategia de horizontes diversos, que procure mantener relaciones positivas y simultáneas con el exterior próximo, las potencias establecidas y emergentes. Siendo este organismo la consecuencia de una importante difusión del poder en un mundo pluripolar, el G-20 no es dominado por ninguno de sus miembros. En consecuencia, la Argentina deberá manejarse con inteligencia y tacto.

El Autor es Doctorando en Relaciones Internacionales y miembro consultor del CARI y del Cippec