Una ganadería tradicional está muriendo en Santiago del Estero y en otras provincias del norte argentino. Se trata de la actividad desarrollada sobre la base de la tenencia, sobre campo natural degradado, con malezas y renoval, que genera bajos índices de producción, muy sensible a las condiciones climáticas de cada ejercicio. Está siendo reemplazada por una ganadería de alta productividad, planificada, tecnológica, que duplica los índices tradicionales.

Se basa en praderas cultivadas -con gatton panic, buffel grass y grama rhodes-, apoyadas con verdeos y con suplementación proteica invernal, en un esquema de pastoreo controlado y con terminación en ensenadas que permiten desarrollar un ciclo completo que da novillos para exportación como producto final.

La empresa Monte Buey Agropecuaria está ubicada en el departamento de Moreno, cerca de Quimilí, en el nordeste de la provincia de Santiago del Estero, y cuenta con una superficie total de 10.000 hectáreas, de las cuales por ley se mantienen 4000 como reserva original de monte. Tiene 3400 hectáreas implantadas con pasturas megatérmicas -principalmente gatton panic-, cortinas de monte y ensenadas que llevan la superficie ganadera a 4000 hectáreas. En las 2000 hectáreas restantes se desarrollan planteos agrícolas cuya producción, en parte, es destinada para complementar la alimentación de la hacienda.

Los suelos son franco limosos y las lluvias -marcadamente estacionales, con el 80% de noviembre a abril- totalizan alrededor de 700 milímetros anuales. "En Monte Buey Agropecuaria, desarrollamos un planteo de ciclo completo de cría y recría sobre pasturas subtropicales y terminación con ración en ensenadas, que nos permite producir novillos de 480 kilos en dos años", describe Juan José Ventura, uno de los socios de la empresa familiar que administra el campo.

Cría y recría

La cría se desarrolla sobre pasturas subtropicales, lo que permite alcanzar 80/87 por ciento de preñez según los años y destetar terneros de aproximadamente 170 kilos. Luego de la separación de la madre, buscando el mínimo estrés, se procura que los terneros ganen 100 kilos en la recría invernal, hasta 270 kilos, con un aumento diario de peso del orden de los 550/600 gramos.

Muchas veces esto se inicia con algún verdeo, para luego continuar con gatton panic diferido tardíamente y suplementado con semilla de algodón o con grano de soja; en la medida en que disminuye la cantidad y calidad de la pastura, se adicionan silajes de maíz o de sorgo. "Se trabaja con mucha precisión, en una suerte de ganadería por ambientes, con control permanente de la hacienda y de las praderas por parte del personal convencido de lo que está haciendo", refiere Ventura.

Al llegar la temporada de lluvias, en noviembre, la pastura comienza su crecimiento apuntalada por temperaturas en ascenso. Esta época es clave para hacer un buen uso de este recurso que, además, es barato, generando mayor rentabilidad. "Hay que moverse con un gran número de animales, respetar tiempos e intensidad de pastoreo y, principalmente, darle la recuperación necesaria a la pradera para lograr su máxima expresión de volumen con calidad", afirma el empresario.

Cuando una parcela corre el riesgo de pasarse se hacen rollos o se rola, para evitar el deterioro de la calidad y un "efecto dominó" sobre las otras parcelas. Mientras tanto, los animales comen "a boca llena" forraje con alta digestibilidad.

"El pastoreo de gatton panic en verano tiene como objetivo ganar otros 100 kilos en los animales, llevándolos a 370 kilos en 150 días, con una ganancia diaria del orden de los 600 gramos. En ese tiempo, habitualmente se pueden hacer cuatro ciclos de pastoreo como promedio", apunta Ventura.

El objetivo final es agregar otros 110 kilos en ensenadas de terminación, produciendo un novillo para exportación de 480 kilos. La mayoría de éstos se venden en septiembre y octubre con dos años o menos de vida. "Este animal pesado es producto de buenas ganancias diarias constantes en todo el ciclo y no por un período largo del tiempo en el campo", diferencia el productor.

"La producción se entrega a frigoríficos habilitados para la exportación, dentro y fuera de la provincia, actualmente a un precio de 60 pesos por kilo de carne en gancho libre de flete", indica.

La raza empleada es Braford, que permite producir un novillo con doble estándar: se puede orientar hacia la exportación o al consumo interno con distintos pesos, pero siempre con muy buena terminación comercial.

La agricultura está integrada al planteo ganadero y esto permite manejar altas cargas por hectárea en las pasturas. "Anualmente se afectan 100/120 hectáreas de producción agrícola para transferir granos y silajes de maíz y sorgo a la ganadería", explica Juan José.

Los resultados productivos de Monte Buey Agropecuaria son concluyentes: se producen 190 kilos de carne por hectárea y por año en el ciclo completo.

En la cría se producen 100/105 kilos por hectárea. En recría, en la etapa de crecimiento del gatton panic, que es de mediados de noviembre hasta abril, se llega a 300 kilos por hectárea. En terminación las ganancias rondan 1,1 kilos por día, con una conversión de 8 kilos de materia seca por kilogramo de carne. La producción normal de un campo ganadero de la zona, con manejo tradicional, no supera los 90 kilos por hectárea.

Un planteo sostenible

En Monte Buey Agropecuaria apuestan a planteos sostenibles. Un ejemplo es la incorporación de cultivos de servicio, que aportan mejoras en la materia orgánica, en el nitrógeno, en la infiltración y en la estructura del suelo. También son importantes como herramientas culturales para el control de malezas problemáticas", argumenta Ventura.

Actualmente, los cultivos que se siembran para cobertura son vicia, triticale y trigo. Además, hace tres años que en el establecimiento se vienen haciendo ensayos con el INTA y con la región CREA Chaco-Santiagueño para evaluar otras especies como melilotus y centeno, el efecto de los distintos momentos de secado y los aportes de nitrógeno", agrega.