La aseveración en sí misma no es una noticia (mucha gente sabe eso desde hace varias semanas), pero sí lo es que esa posibilidad sea aceptada por una de las figuras más destacadas de la jerarquía gobernante.

El dramatismo, que se expandió por varios sectores sociales (el empresariado, sobre todo), encontró un respaldo adicional en una encuesta de Management & Fit que pronostica una victoria de Cristina por siete puntos sobre la dupla Esteban Bullrich-Gladys González. La sensación triunfal del cristinismo chocó con los primeros datos del Indec que dan cuenta de una clara reactivación de la economía. ¿Puede, entonces, perder de manera tan amarga un gobierno que está sacando la economía de la recesión?

La encuesta de Management & Fit fue difundida por un portal de noticias y por mensajes de WhatsApp. El Gobierno se negó a hacer comentarios al respecto. Vidal aprovechó el reconocimiento de una eventual victoria de Cristina para pedirles a los bonaerenses que acudan a votar el domingo 13 de agosto.

En síntesis, al macrismo no le viene mal mostrarse debilitado en las encuestas para espolear al antikirchnerismo aletargado y, a veces, resignado. Su estrategia consiste en hacer todo lo contrario de lo que viene haciendo el cristinismo; éste se apresura a anunciar triunfos que no han sucedido y que nadie sabe si sucederán. Si la imagen de debilidad electoral es realmente una estrategia del Gobierno, debe reconocerse que es mejor que la estrategia tan acelerada como confusa del cristinismo.

Dos de las más serias agencias de encuestas dudaron ayer de los resultados expuestos por Management & Fit. Las dos coincidieron en que la diferencia entre el macrismo y el cristinismo en la provincia de Buenos Aires está entre uno y dos puntos. Concluyeron también en que cualquiera de los dos podría ganar por esa misma diferencia. Esto es lo que desespera al Gobierno: la posibilidad de perder con Cristina o un eventual triunfo oficialista por sólo un punto. El macrismo se puso como objetivo un triunfo en octubre sobre Cristina Kirchner por tres o cuatro puntos. "Será la manera más contundente de enterrar definitivamente el pasado", dijo un alto funcionario macrista.

Un respetado encuestador le envió hace pocos días un mensaje a la cúpula del macrismo. La administración de Macri, le dijo, podría ser el primer gobierno desde 1985 en ganar los cinco principales distritos del país en una elección de medio término.

Ese analista de opinión pública considera que el oficialismo está en condiciones de ganar en Mendoza y Córdoba. Aunque en condiciones más difíciles, también podría imponerse en Santa Fe y la provincia de Buenos Aires. Y seguramente arrasará en la Capital Federal de la mano de Elisa Carrió. Una situación así, si se diera, no ocurre desde la primera elección legislativa que enfrentó Raúl Alfonsín, justo en el momento de mayor popularidad de su plan Austral.

Es cierto, por lo demás, que hay un discurso unánime en la oposición, que va de Cristina Kirchner hasta el massismo pasando por todas las variantes de la izquierda. Ese discurso describe un país en una situación calamitosa, con despidos masivos de trabajadores y con cierres permanentes de fábricas y comercios. El goteo insistente de un mismo mensaje puede instalar una verdad.

Paralelamente, la publicidad televisiva del Gobierno consiste en una respuesta casi romántica, en la que abundan las sonrisas, los abrazos y la buena onda. ¿Por qué no aprovecha para mostrar las obras públicas que está haciendo en la provincia de Buenos Aires?

Unas 50 de las más grandes obras que está construyendo en territorio bonaerense estarán concluidas el año próximo. Graciela Ocaña, candidata de Cambiemos, acaba de reconocer públicamente que se sorprendió por la cantidad de obras públicas que vio en marcha en territorio bonaerense.

Desde anteayer, tiene además los datos del Indec sobre crecimiento de la economía para mostrarlo en esos spots que hasta ahora han sido de un contenido ingenuo e impalpable. Los tiempos son duros y los mensajes deben ser claros.

A Macri lo acompañó siempre la suerte, y ahora también: la campaña publicitaria de Cristina es peor. Spots televisivos que muestran a una señora que va a comprar queso o a un actor profesional que dice ser un trabajador que perdió su empleo.

"Ésas son las campañas que se hacían hace 40 años", analiza un publicista. La figura de Cristina no aparece en ninguno de los spots, como si se tratara de la aceptación implícita de que carga con una enorme impopularidad en los sectores que no son propios. Ella tampoco habla, tal como hizo en todas sus campañas electorales desde 2007.

Esa estrategia del cristinismo se despliega siempre que necesita un porcentaje de votos que no son propios. Cristina está ahora a la pesca de cuatro o cinco puntos que no pertenecen a sus fieles seguidores. Es mejor callar.

Vale la pena analizar por qué la oposición pone el acento en una crisis económica y laboral que el Indec desmiente con sus datos puntuales y fríos. Alguna relación debe haber con la realidad, porque de otra manera el discurso se caería por sí solo.

Todas las salidas de una recesión comienzan a entreverse en los papeles de la economía y no en la sensación social. La convergencia entre los informes de la economía y la realidad no llega, además, de manera simultánea a todos los lugares del país ni a todos los argentinos.

Las regiones que más han sentido los beneficios de la reactivación son las que tienen actividad agropecuaria, agroindustria y petróleo. Al revés, el conurbano bonaerense es el que históricamente más demoró en recibir los beneficios de una reactivación de la economía. Nada es mucho ni suficiente: el crecimiento económico promedio de este año podría estar entre el 3 y el 3,5% en un país que desde hace cinco años no crece o está en recesión. La sensación de la gente común va, a veces, a contramano de los informes técnicos.

De todos modos, de doce rubros de la industria sólo uno no está creciendo: el textil. Esto habilita a la oposición a una dura denuncia sobre una avalancha de importaciones que no se ve en otros sectores de la economía. Tampoco el Gobierno divulgó que, según las evaluaciones constantes del Ministerio de Trabajo -que respetan el mismo método de los tiempos de Carlos Tomada-, se crearon en el país 180.000 empleos desde diciembre de 2015.

Ocurre, sin embargo, que existen empresas que cierran y otras que abren, empleos que desaparecen y otros que se crean. Son los mecanismos naturales de una economía de mercado. La izquierda, sea kirchnerista o trotskista, se detiene en lo que se pierde y es indiferente a lo que se crea. Impugna más el sistema que los conflictos específicos.

Ni Macri ni su gobierno se detienen ya en Cristina Kirchner. El enemigo es Sergio Massa, que podría llevarse incautos votos antikirchneristas. Massa desafía a Macri a respetar los superávits gemelos (el fiscal y el de la balanza comercial), mientras al mismo tiempo presenta proyectos en la Cámara de Diputados para aumentar en todos los casos el gasto público. Nadie dijo que una campaña electoral tiene que ser necesariamente coherente.