Soy gerente de marketing de Rotam Argentina. Estamos ante campañas productivas que año tras año son muy distintas, pero ya no sólo el clima es la variable más importante, sino que otros factores, como la aparición de malezas resistentes a glifosato, ponen a productores y a asesores a repensar las estrategias de producción para cada ambiente.

Para las áreas productivas que están lejos de los puertos, los fletes tienen un alto peso sobre el costo de producción. Desde áreas como el NEA y el NOA se llevan un 20-30% del ingreso bruto (20% en soja y 30% en maíz), por lo que queda muy poco margen de error para que el clima y las malezas (entre los factores más importantes) terminen de agotar todo el margen bruto potencial. En soja, con rindes promedio de 2200 a 2500 kg/h, 440/500 kg/h sólo se van en fletes; 250-280 kg/h en cosecha; 180-200 kg/h en siembra; 80 kg/h en semilla; 100-120 kg/h en servicio de pulverización y en agroquímicos puede variar de 300 kg/h donde no había problemas de malezas resistentes a 680-700 kg donde hay problemas de yuyo colorado y de gramíneas resistentes a glifosato.

Pasamos de tener campos rentables cuando no tenemos problemas de malezas resistentes a glifosato a lugares en donde hacer soja sobre campos alquilados es imposible desde el punto de vista económico, ya que el uso de agroquímicos es tal que hace que el incremento de los costos no sólo se consume todo el margen, sino que, además, no alcanzará la producción para cubrir los mismos.

Éste es el punto donde entran en juego todas las estrategias para establecer un nuevo equilibrio entre cultivos, cambiando la rotación de los mismos a situaciones con mayor tiempo de cobertura del suelo ya sea con rastrojos (maíz o sorgo) o con cultivos de invierno y/o abonos verdes, todos ellos con el objetivo de reducir la capacidad de germinación de las malezas problemáticas. Una vez definido este punto, que también tiene un costo extra en el sistema de producción, empieza a repensarse una estrategia de uso de herbicidas que sea eficiente y económica a la vez.

Muchas veces pensamos en moléculas nuevas que nos solucionen los problemas que vamos teniendo día a día, pero las mismas conllevan tiempo en desarrollarse y son de un costo relativo alto. Mientras tanto, tenemos que arreglarnos con los herbicidas que tenemos y empezar a posicionarlos para cada maleza problema que nos va apareciendo. Así fue que comenzamos con los problemas de rama negra resistente a glifosato y que solucionamos con las sulfonilureas y con hormonales. Pero luego se sumó el yuyo colorado resistente a glifosato y comenzamos a usar herbicidas como metribuzin, sulfentrazone, flumioxaxim, diflufenican, metolaclor, s-metolaclor, fomesafen, lactofen, benazolin, prometrina. Comenzamos a elegir entre más de diez productos para solucionar un único problema. Es aquí es donde la experiencia y el desarrollo que haga cada extensionista es de altísimo valor.

El correcto manejo y control exige de mayores conocimientos técnicos aplicados a cada lote. Es por ello que es muy importante destacar todo el trabajo que están realizando instituciones públicas como el INTA y empresas privadas de agroquímicos, ya que de ese caudal de información es de donde surgirán las mejores estrategias de control que tomen productores y asesores para solucionar cada uno sus problemas de malezas resistentes de la manera más eficiente y económica.