Si debiéramos pintar el mercado de la soja, hoy la técnica del claroscuro sería la indicada.

Veamos por qué.

Nos dice Ernesto Viglizzo, investigador del INTA,: "Los efectos económicos y sociales son resultado de una interacción entre el clima y las actividades humanas …no hay manera de asegurar que, por ejemplo, las recientes inundaciones en Santa Fe o los incendios en La Pampa sean resultado del cambio climático, pero sí está demostrado que éste desencadena situaciones extremas que favorecen la ocurrencia" de cuadros extremos de lluvias excesivas y crudas sequías.

Es obvio que al cambio climático se une la falta de infraestructura para afrontar las contingencias climáticas. A ello, se suma el resultado de políticas económicas adversas a la rotación agrícola, como las aplicadas durante los gobiernos K. Indirectamente, ellas promovieron el monocultivo, sobre la base de la soja.

Sea lo que fuere, la realidad es que durante enero, el mundo de los commodities contempló el desarrollo de la campaña agrícola en nuestro país con sumo temor. Por eso, la mayor parte de enero mostró precios en alza.

Sostenidos –lamentablemente para gran parte de los campos argentinos- por las impactantes precipitaciones en el centro-norte de la pampa húmeda y de la larga sequía en el sur de la provincia de Buenos Aires, el mercado de Chicago se hizo eco de la situación de nuestro país y, consecuentemente, los valores fueron aumentando hasta llegar a un nivel máximo el día 18 de ese mes.

Observemos el cuadro de lluvias, proporcionado por la BCR, a lo largo de las últimas 72 horas del día 16 de enero.

Claramente, los precios en Chicago no se hicieron esperar. Esta es una muestra clara del peso que tiene la producción argentina en la formación de los precios internacionales.

Pero luego de tales lluvias, las que siguieron tuvieron un desarrollo usual.

Es más, en líneas generales puede decirse que las lluvias de fines de enero y principios de este mes, el aporte fluvial ha resultado muy oportuno para la fructificación de soja y para los maíces tardíos, dado el retroceso de las reservas hídricas de los últimos días de enero.

Con este cuadro, lógicamente, los valores retomaron su posición, digamos así, normal.

De ahora, en más, además de los problemas climáticos, habrá que afrontar las medidas que está dispuesto a tomar Trump. De hecho ya ha comenzado a concretar políticas de tipo proteccionistas en contra de las importaciones y a favor de las exportaciones.

En tal caso, es de temer cualquier represalia que tome China frente a la actitud provocadora del gobierno estadounidense. Y aunque en menor medida, también podría hacer algo similar la U.E. Y qué decir de México y Canadá.

Así está el mundo. Muy distinto a lo que se podía prever el año pasado. Y la incertidumbre se desparrama como agua caída del balde.

Sin embargo, en medio de tanta inquietud, vale recordar la importancia del petróleo en la formación de los precios agrícolas. Fundamentalmente de la soja y el maíz.

Pese al “efecto Trump”, por ejemplo, EE.UU. aumentaría en 2017 el uso de biodiesel destinado al corte interno con gasoil. La Agencia de Protección Medioambiental de ese país proyecta un mayor consumo de biodiesel; casi un 7% más respecto de 2016.

De acuerdo a Wood Mackenzie, los precios del petróleo se hallan en recuperación de las acentuadas bajas, cuando colapsaron en 2014. Ese año, el precio se aproximó a 110 dólares.

Vale destacar que el informe del Banco Mundial, “Perspectivas de los Mercados de Productos Básicos” proyecta un promedio para el 2017 de 55 dólares.

Recordemos que enero de 2016 se encontraba en torno a 26 dólares por barril.

El gráfico es claro (precio en dólares por barril).

No todo está constituido por sombras. También, hay luces.