Desde que perdimos nuestro lugar de privilegio, como productores alimenticios, a mediados del siglo pasado, la política ha tendido a manejar la economía en forma más próxima al estatismo mercantilista que a la libertad económica. Ha intentado redistribuir ingresos a lo largo de la cadena agroindustrial. Favoreciendo a unos en desmedro de otros; y así corrompiendo la competitividad global de la cadena.

De esta forma, los platos rotos fueron pagados, a la larga, por toda la sociedad. Incluso por los más pobres, a quienes se pretendían favorecer.

Hoy, la cadena está levantando vuelo. Y en este fenómeno - tan alentador, por cierto- es el eslabón agrícola-ganadero el que motoriza la cadena.

Este año se convierte en bisagra. Ahora la cadena se ha despertado. El eslabón primario, ligado a la explotación de la Pampa Húmeda, se ha puesto en el centro de la escena. No sólo para entregar mercadería aguas abajo. También, para aumentar la producción de insumos y maquinarias importados o nacionales. Y al quitarse los ROE, la producción de maíz y trigo se prepara para una mayor producción -y así disminuir el protagonismo oleaginoso- y avanzar sobre los mercados del mundo. Lamentablemente, la inercia impositiva y falta de implementación de alternativas pone serias dudas sobre el compromiso oficial de reducir 5 puntos los derechos para la soja.

En este proceso, la industria argentina camina con paso firme. Y se muestra particularmente agresiva. En el congreso de Aapresid, por ejemplo, sólo se vieron sembradoras de la industria nacional. No hubo importadas.

El sector de la maquinaria agrícola está fuertemente vinculado a la inversión agroindustrial y, por lo tanto, a las principales exportaciones y a los procesos innovativos derivados de la agricultura de precisión. De acuerdo con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el sector de la maquinaria agrícola se compone de 860 empresas fabricantes, sumado a 290 empresas dedicadas a los implementos y agropartes, procedentes de pymes radicadas en el interior, en las provincias de Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), en el primer semestre se vendió un 15% más de tractores y 45% más de sembradoras. El 2015 fue el peor año de la historia para la industria de la maquinaria agrícola.

Para el INDEC, la venta de sembradoras, durante el segundo trimestre de este año, tuvo una variación positiva interanual de casi 112%, en pesos. Muy por encima de la tasa de inflación. También cumplió un rol protagónico la venta de tractores cuya variación anual llegó a 100%.

El agro demanda eficiencia y competitividad a la hora de sembrar y, parece que encuentra preferencias en la maquinaria de la industria local. Fundamentalmente en la industria de la siembra directa, donde nuestro país hace punta en el mundo entero.

Mientras la agricultura argentina avanza en el concepto de conservación de los suelos y de la naturaleza, los países del Primer Mundo miran hacia otro lado. Quien recorre las zonas agrícolas de Europa se sorprende viendo cómo la mayor parte de los granjeros continúa con el arado. Anacronismo puro.

Los datos pueden enumerarse con mayor precisión. Pero lo que importa acá es destacar el papel preponderante de la industria, como una secuencia de actividades radicadas en el interior del país, para alimentar el eslabón de la producción agrícola y ganadera.

En síntesis, no sólo las etapas aguas abajo, dirigidas al consumidor final, son partícipes del crecimiento agroindustrial. También lo son los eslabones aguas arriba. El fenómeno no es de resultados inmediatos, pero sí, seguros.

Por Manuel Alvarado Ledesma - Profesor Maestría de Agronegocios UCEMA