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Daniel Scioli y Florencio Randazzo atraviesan un largo y cruel túnel. Scioli no tiene respuestas entre esas brumas: ¿será prescindente Cristina Kirchner en su competencia con Randazzo por la candidatura del oficialismo? ¿Cristina lo dejará competir a Scioli dentro del partido que ella lidera? ¿Qué haría él si ella lo ungiera a Randazzo como su candidato preferido? Los veinte días próximos (el 22 de junio se vencerá el plazo para inscribir candidatos) podrían encerrar la gloria o la ruina de Scioli. Randazzo está, como nunca antes, seguro de que al final será él quien representará al cristinismo en las elecciones generales de octubre. Scioli espera, incómodo e inseguro, después de ordenarles a ministros, secretarios, voceros, amigos y vecinos que callen. Cualquier mínimo gesto o palabra inoportunos del sciolismo podría torcer para siempre el destino del gobernador.

Cristina está convencida desde hace mucho tiempo de que los votos que tiene Scioli son, en realidad, de ella. "Cualquier candidato designado por Cristina tendrá la intención de votos que tiene Scioli", se escuchó decir a uno de los principales dirigentes de La Cámpora. ¿Es cierto? Sí, en parte. Pero Scioli le agrega el voto del peronismo moderado que Cristina no administra. Por eso, Scioli se va corriendo gestualmente hacia el centro; ésa es una de las cosas que Cristina no le perdona.

A todo esto, ¿qué disparó la última bronca presidencial con Scioli? ¿Qué hizo el siempre cuidadoso Scioli para tenerla de pronto en contra? Los historiadores del kirchnerismo reducen el conflicto a que Cristina nunca lo quiso a Scioli. Batalló contra su propio marido para que Scioli no fuera vicepresidente y, después, para que no fuera gobernador de Buenos Aires. Hay algo de la moderación de Scioli, de su estilo consensual y de su formación muy lejana del progresismo que lo aparta de ella. Fue así desde el día en que Cristina lo conoció. Nunca cambió su opinión sobre Scioli, a pesar de que algunas veces actuó la cordialidad con él.

El cristinismo puro y duro asegura, en cambio, que el momento de la ruptura actual ocurrió cuando Scioli se prestó al show de Tinelli. Nadie que hace eso, dicen, puede hablar de política en nombre de Cristina. Ese argumento es hipócrita. En el velatorio de Néstor Kirchner, Cristina autorizó a Tinelli a pasar la férrea valla que la rodeaba, y se abrazó y lloró con él. Fuera de la valla habían quedado, tratados con desdén, la Corte Suprema de Justicia y la conducción del principal partido opositor (el radicalismo), entre otros. El hijo de la Presidenta, Máximo Kirchner, se reconcilió en marzo con Tinelli, y el propio Néstor Kirchner no escondió nunca una buena relación personal con el conductor. Tinelli es un pretexto, no una razón.

Otra fracción del cristinismo tiene una explicación más política. Cristina reaccionó mal cuando entrevió en las encuestas que Scioli podría ganar en primera vuelta. Ninguna medición dice eso por ahora, pero es cierto que el gobernador conserva el liderazgo de las encuestas presidenciales desde hace varios meses. Ahora, en algunos sondeos, está virtualmente empatado con Mauricio Macri. "Si Scioli ganara en primera vuelta, Cristina y el cristinismo desaparecerán", explican cerca de Cristina. Es una deducción casi paranoica. Scioli demorará en tomar distancia, si es que alguna vez la toma, de la Presidenta, de su círculo político y de los intereses fundamentales de ella. Con todo, la Presidenta advierte lo que no se ve en las encuestas: si desapareciera el tercer candidato (Sergio Massa), la elección presidencial podría resolverse en primera vuelta entre Macri o Scioli. Su problema es que ese escenario le desagrada. Tampoco tiene muchas alternativas; Randazzo no le asegura, por ahora al menos, un final cabeza a cabeza con Macri.

Los trenes y el trámite rápido para sacar documentos son para Randazzo lo que el Metrobus fue para Macri. Su problema es que el peronismo lo prefiere a Scioli

Según la mayoría de las encuestas, Scioli le ganaría a Randazzo por 60 a 40 en las internas del partido gobernante. Es una diferencia importante, pero el ministro del Interior va escalando desde cifras casi insignificantes hasta el nada desdeñable porcentaje actual. A Randazzo lo espolea su fama de gestor. Aunque pertenecen a dos mundos muy distintos, Randazzo cosecha en la misma comarca social que Macri. Ese territorio está habitado por argentinos que reclaman a sus políticos capacidad de gestión, luego de mucho tiempo en el que la política se redujo a las palabras, el pasado y las ideologías. Los trenes y el trámite rápido para la obtención de documentos son simbólicamente para Randazzo lo que el Metrobus fue para Macri. No obstante, Randazzo tiene un problema sin remedio hasta ahora: el peronismo prefiere a Scioli.

Randazzo no difiere de Scioli, en cambio, frente a Cristina: sólo dice y hace lo que ella quiere. Los próximos 20 días son también cruciales para él. Ninguno de los dos se duerme sin rezarle antes a Cristina y ninguno se despierta pensando en otra cosa que no sea ella. En la última semana, Scioli debió pagar el precio, caro, de dichos públicos de su asesor económico Miguel Bein, tan inoportunos como verdaderos. Bein sólo había dicho que el próximo gobierno deberá pagarles a los holdouts que ganaron el juicio en el despacho de Thomas Griesa, aunque matizó proponiendo una quita importante de los intereses de esa deuda. ¿Hay otra alternativa? No. Esos bonistas ganaron un juicio en los tribunales de Nueva York que ya pasó por todas las instancias de la justicia norteamericana. El próximo gobierno, sea cual fuere, deberá negociar con ellos.

Bein cometió un sacrilegio más importante aún para el dogma del kirchnerismo. Definió la situación actual de la economía como un "macrocidio"; es decir, un suicidio (o un homicidio) de la macroeconomía. Es lo que hace Axel Kicillof cuando eleva satelitalmente el déficit fiscal, vacía de reservas auténticas al Banco Central, subvalúa el dólar y conserva intactos los subsidios al consumo de servicios públicos. El sciolismo argumenta que Bein es un consultor externo y que habla como un economista privado, aunque desliza algún reproche. "Cuando se pertenece a un espacio político no hay lugar para los gustos personales", señalan al lado del gobernador. Bein seguirá cerca de Scioli, aunque también él deberá callar. Ya lo sabe.

Es notable que Cristina haya conseguido semejante control del partido gobernante después de ocho años de gobierno, liderando un país en recesión y rodeada por muchas investigaciones sobre presunta corrupción entre sus funcionarios. Algunas involucran a su propia familia. Hasta el monumental escándalo de corrupción en la FIFA dejó al descubierto los manejos de su gobierno con el fútbol, por donde se van más de $ 1400 millones anuales del presupuesto nacional.

Los clubes de fútbol argentinos han dejado de ser instituciones privadas sin fines de lucro para convertirse en clubes del Gobierno. ¿Por qué, si no, Tinelli fue a negociar con Máximo Kirchner su aspiración de presidir la AFA? Es el Gobierno el que sigue financiando un lucrativo sistema creado por Julio Grondona, que terminó con clubes pobres y dirigentes ricos. El contrato privado de televisación del fútbol, antes de la estatización, significaba para la AFA de Grondona $ 250 millones. Ese monto casi se sextuplicó desde que existe Fútbol para Todos, pero todos los clubes están quebrados en un mundo donde ningún dirigente es pobre.

Scioli no enfrentará ahora ese universo de impunidad; Randazzo tampoco. El momento de ellos se reduce a inaugurar algunas cosas, a decir poco y nada, y a aguardar, ansiosos e insomnes, la decisión final de la patrona de Olivos..